Mis manos nunca estuvieron tan moradas, los besos nunca me habían hecho daño, hasta ahora… Ahora que no como, que sueño con volar… ahora que lloran ante mí, esos niñitos que levanté hasta la luna con mis brazos… uno por uno, hasta contar veintidós… hijos de mis hijos. Ahora que pretendo enderezar mis pies para que nadie esté tan triste, ahora que lo di todo, mi billetera y mi reloj… Ahora, que le dije a la señora que estuvo junto a mí por más de cincuenta años que cuidara de todos ellos, porque me estoy yendo… ¿dónde?, no tengo idea… espero que no sea un buen lugar.