Porque al principio eras sólo promesas dulzonas, alegres y
seductoras, porque me hiciste creer que todo pero todo
sería diferente, porque me mentalicé para que así fuera,
me acompañaste a cada instante y en todas las instancias
y aún así, me di cuenta que todo sería lo mismo, palabras
y más palabras que se fueron desdibujando en un abismo
de falsedades y yo, inocuo ser que creí en ti, peleé por ti
y ahogado en sollozos comprendí que defendía a un vulgar
a un apóstata, a un cruel y desenfadado traidor, desesperado,
navegué en tus ritos y en tus obviedades para finalmente
darme cuenta que tanto denuedo era vano y en este instante
espero con una sonrisa cruel en mis labios que te extingas,
que todo se acabe para ti, que ni siquiera seas recuerdo
en mi mente torturada, que los días pasen en blanco y que
desde el fondo de los tiempos te arrastren para que seas nada
nada de nada, mixtura infinita de ceros improductivos
molienda de descriterios y negativismos superfluos, nada, nada,
esperaré regocijado aquel instante en que te sepultes para siempre
y descorcharé una botella de optimismo para cantarle a todos
que te fuiste per sécula seculorum y que ahora sólo cabe
rendirle loas a ese sucesor que aparece en la esfera de las edades
acaso el dos mil cinco sea más sincero con mis sueños e ideales…
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