Carlos descansa en su departamento, tras una semana agitada.
Aparte de ganarse con esfuerzo el sustento, en sus tiempos libres da sus luchas ante la injusticia.
Esto molesta a ciertos poderosos.
H.P., enfurecido, decide enviar a uno de sus mercenarios, que le sirven en sus grandes tiendas, a eliminar al molesto Carlos.
Jaime es un gordito simpático. No tiene apariencia de asesino a sueldo, porque de lo contrario no podría ejercer esta función (Un espía no debe tener cara de espía, ni un verdugo cara de verdugo. Son gente que se confunde con la masa, sin llamar la atención).
Para él su misión es igual a la del carnicero que deguella un cabrito para venderlo en presas a sus clientes.
Después de matar a Carlos, se lavará las manos e irá a su casa a ver el noticiario de las 9 P.M. Tal vez haga el amor con su mujer, después de jugar con sus hijos.
Es una profesión como cualquier otra.
Claro que él no sabe que esta misión es mas complicada.
Toca el timbre del departamento.
-Aló-
-Señor, traigo un Courier para don Carlos-
-Pase- El botón abre el portero automático y el simpático gordito entra al edificio. En la puerta del departamento lo espera Carlos.
-Don Carlos, debe firmar este formulario-
-Muy bien- Carlos lo hace pasar-¿Donde tengo que firmar?-
-Aquí señor. Con este lápiz- En vez de un lápiz aparece, en las manos de Jaime, una Browning 9.
-Te estaba esperando. Alguien tenían que mandar. Pero, antes que dispares, quisiera hacerte unas preguntas. ¿Tienes tiempo?-
Desconcertado ante la calma de Carlos, ya que los anteriores asesinados tenían reacciones de miedo, llanto, ofertas de dinero y otras como soltárseles los esfínteres, Jaime se quedó escuchando sin contestar.
-Tú sabes que tus jefes nunca serán leales contigo, ya que para ellos sólo eres un instrumento. Cuando no les sirvas te mandarán a la cárcel o te eliminarán, pero jamás se jugarán por un asesino a sueldo. Mientras, ellos disfrutarán del dinero que ganan de cualquier manera. Tú vida es más precaria que la mía y eso que estoy casi muerto-
-Tengo claro que hay algo de cierto en lo que dice, señor. Pero no tengo alternativa. Es mi medio de vida. Creo que ellos tendrán que ser leales conmigo-
-Hagamos una prueba. Anda donde ellos y díles que me matastes. Cobra tu dinero y vuelve conmigo. Yo te convertiré en alguien útil que defenderá su país, su familia. Si estoy equivocado, me podrás matar otro día-
-Señor, es Ud. muy simpático y realmente me duele tener que eliminarlo, pero hasta aquí no más llegó la conversación- Jaime levantó la pistola. Antes que apretara el gatillo un brazo de acero le apretó la garganta mientras una fuerte mano le arrebataba el arma. Ya en el suelo, miró sorprendido al hombre que lo miraba con desprecio.
-¿Mato a esta babosa Carlos?-
-Espera. Tengo que hacerle una pregunta- mirando al gordito, Carlos le dice- ¿Aceptas lo que te acabo de proponer? Anda a cobrar tu paga y vuelve conmigo, sí es que te dejan vivo. Estás filmado, si quiero te denuncio. Tengo tus documentos en mi poder. Sin embargo te doy esta opción. ¿Crees que a esos que te pagan le importan tu familia y tu destino?-
-¿Me va a dejar libre?-
-Estás libre-
Jaime se levantó lo más rápido que pudo y se fué corriendo hasta su auto estacionado a cincuenta metros.
Mientras conducía, confundido, no sabía que hacer. El Jefe se indignaría si sabía que perdió sus documentos, su pistola y que estaban plenamente identificados su lugar de trabajo y su relación con H.P.
No tenía alternativa.
-Jefe soy yo-
-Pasa-
El amplio portón se abrió y Jaime entró hasta los estacionamientos de las oficinas iluminadas del fondo.
-¿Todo bien?-
-Sí, Jefe, todo bien. Lo apagué de un tiro-
-Que bueno. Pasa a la oficina del lado y te pagarán. Hasta luego, tengo que irme-
-Hasta luego Jefe-
Jaime sale de la oficina y camina por el corredor hasta una puerta que tiene un letrero: Tesorero. Golpea y la puerta se abre.
-Pedro como estai. Vengo por mi plata-
-Claro, siéntate mientras voy a buscarla-
Jaime palpó algo raro en el ambiente. Por primera vez, en muchos años, estaba intranquilo. Pedro se demoraba y el silencio del entorno lo puso inquieto.
-Hola Jaime-
-José, ¿como estai?-
-Complicado compadre, pero así es la vida-
José levantó una pistola que llevaba en el bolsillo del pantalón y le metió dos balas en la cabeza a Jaime antes que dijera otra palabra.
Dos chorros de sangre empezaron a salir de la cabeza agujereada mientras el cuerpo daba sus últimas convulsiones en el suelo.
-Pedro, trae la bolsa para llevarlo a donde mis amigos de Quebrada Digna y enterrarlo ahí. Vas a tener que limpiar el suelo, Botó más sangre que un chancho-
Carlos se quedó pensando en Jaime.
Sabe que no volverá.
En ciertas misiones, los asesinos deben ser asesinados después de cumplir o no cumplir su cometido. |