Su cuerpo comenzaba a experimentar los primeros síntomas del cansancio, había trabajado ingentemente en este asunto.

En su mente se reflejaron las imágenes de lo acontecido. Un dolor infinito invadió su pecho, la congoja no le permitía pensar con claridad. Había un antes y un después del hecho. Todo hacia suponer que dadas las circunstancias no se repondría jamás.
Una vez más, los escalofríos la invadieron. Solo quería ir la cama, cerrar los ojos y dormir, pero la imagen del descuartizamiento de la pepona en la cocina la torturaba y lo peor se avecinaba: ¿cómo le contaría esto a sus otros muñecos?