el timbre. el beso tímido y el pasá, dejá la campera por ahí.

el beso más profundo, las caricias y la mirada.

vas al baño, decido esperarte desnudo. es rara la decisión de esperarte erecto, estaqueado a la cama.

te acercás, desnuda, me mirás, temblás. no es nuestra primera vez, pero nunca tuvimos tanto miedo.

te acostás a mi lado, las piernas juntas la mirada fija en un punto más allá del techo.

te acaricio, la panza, las tetas, la boca. me besás lentamente, profundamente, desesperadamente.

casi con pavor pero con firmeza acariciás mi sexo duro. con curiosidad acaricio tu sexo húmedo.

entrevés el futuro, te asustás. decidís dilatar el momento, y bajás tus besos hasta mi sexo. nunca lo hiciste, nunca lo hice, pero parece estar todo bien. el tema es que no dejo de temblar.

te separo de mi sexo y te acerco a mi boca. busco el beso que aún no te he dado. la separación es clara: la mano que va a la mesa de luz, el sobrecito rojo, el ritual que con pudor espiás. y ahora sí.

me acerco a vos con la misma torpeza con que vos te acercás a mí. busco y encuentro en un mismo movimiento, y haciendo uso de todo el permiso que me podés dar entro.

el movimiento es suave, rítmico, no más que un latido mutuo. te miro a los ojos, me besás, te enredás en mi barba, juego en tu pelo y en tu oreja; el movimiento es suave, rítmico.

a una orden inaccesible y clara que bien podría estar dada por la fuerza de tus manos en mi espalda, por mi suspirado te quiero, o por el acordeón que no sé si está afuera o adentro, el movimiento encuentra el lugar de desarrollarse, de ser sólo un movimiento sin nombre pero con dos cuerpos. somos dos partes de un Todo que funciona sincrónicamente.

los besos son delirio, como hundirme en tu pelo y respirar la profundidad de tus tetas y de tu boca. contraigo todo mi cuerpo, me clavás las uñas, me derramo dentro tuyo, suspirás la palabra que no decías.

y aquí lo más interesante.
caigo sobre vos, rendido, en un instante en que aún soy vos y vos sos yo y somos los dos uno solo. intento besarte, pero, sin fuerzas, no hago más que apoyar mi boca contra la tuya, que así me recibe.

te acaricio el pelo, la teta izquierda que ya no es teta, y me acomodo a tu lado. me deshago del preservativo que no es prueba de nada. y ahí, sólo ahí, descubro en tus ojos lo que no había visto antes.

sabiendo de la paz, duermo con tu mano acariciando mi cabeza.

quién sabe cuántos minutos después me despierto, miro tus ojos, sonrío. tu mano aún me acaricia. y ya no puedo relatar más en presente, porque ese momento es eterno.