El beso iba dirigido a aquella mejilla que, airada, lo esquivó, el beso pasó de largo y se difundió por esa atmósfera aturquesada, impregnándose de mil aromas festivos y de una infinidad de perfumes diversos, para luego proyectarse mucho más allá de donde alcanza la vista de un hombre, se internó en los lejanos bosques que lo envolvieron tenuemente con sus aromas silvestres, después cruzó una llanura y se recubrió de blancas y sensuales salinidades. Pronto apareció el ancho mar y suaves brisas le indicaron una aleatoria ruta que fue escoltada por una bandada de aves migratorias. Al llegar a tierra firme, muchos días más tarde, ya era Navidad en aquella comarca y el beso, enriquecido en sustancia y espiritualidad por todos los elementos que encontró a su paso, recorrió esas callejuelas luminosas, cruzó varias viviendas en las que familias enteras se sentaban recién a cenar, sobrepasó la altura de varios pináculos de lujosos caserones y luego se deslizó suave como una pluma para escurrirse por la pequeña rendija de una oscura ventana. Adentro de esa casa parecía no haber nadie, pero, aún así, el beso recorrió las lóbregas sinuosidades y bajó a una salita en penumbras. Allí, sentada sobre una precaria silla, una mujer sujetaba una pistola contra su pecho, mientras en su rostro se adivinaban el miedo y la irresolución. Y esa fue la precisa mejilla que esperaba aquel beso para estamparse en ella con la fuerza impregnada por todo lo que lo enriqueció. Fue una energía poderosa, un burbujeante estampido de vibraciones que tuvieron el efecto de electrizar a la mujer, haciéndola arrojar de inmediato el arma para degustarlo con sus células olfativas y saborear con lúdico gesto su sensual intensidad, se extasió con sus exóticos aromas y separó con su lengua enardecida cada uno de sus finos ingredientes para intentar recomponer su ruta original.
Dicen que desde entonces, esa mujer viaja por todo el mundo en la desesperada búsqueda de la estación originaria de aquel beso. Quizás nunca encuentre aquella boca ni aquellos labios, pero, aún así, ahora tiene una magnífica razón para continuar viviendo…
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