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Dos pájaros vuelan en el cielo, el uno junto al otro. Son compañeros desde no hace mucho, unidos por el placer de sentir el aire bajo las alas y de gozar de la cálida compañía del otro. Él hace ya tiempo que recorre el firmamento; en realidad nunca ha buscado nada concreto en él, sólo ha sido su espacio preferido para ver el mundo y para disfrutar de su libertad. Ella hace poco que ha empezado a volar; ella sí que busca algo en ese prado infinito y azul, pero aún no sabe muy bien el qué.
- ¡Mira! ¿Los ves ahí abajo? Casi todos están en tierra... –le dice él, refiriéndose a otros pájaros que se han asentado en la explanada de un bosque, muy cerca de un río. Es un día soleado, a la vez que caluroso y, mientras unos disfrutan de las aguas frescas y cristalinas del río, los otros se quedan en las sombras alargadas que, los árboles de alrededor, dibujan sobre la hierba.
- Sí, ya los veo. Qué pequeñitos que parecen. Algunos ya vuelan, pero muy poco. ¿Por qué no mirarán al cielo con otros ojos, como ese gran espacio misterioso que recorrer? Es tan estupendo estar por encima de las nubes, tan cerca del sol, tan cerca de las estrellas... –éste es uno de los primeros vuelos de ella, por lo que todo lo vive con gran intensidad y, cada instante que pasa junto a su compañero, se convierte en una gran aventura que no quiere que termine nunca.
- Cuando te vi la primera vez, ni siquiera volabas; sin embargo, no hacías más que mirar al cielo. Y sentí tu deseo de tocarlo, con tanta fuerza, que a penas si pude controlarme para no bajar a buscarte –y así había sido, unos meses atrás. Al poco él la olvidó y ella no volvió a su memoria hasta que unos días antes se la había encontrado nuevamente. Durante un atardecer, él estaba descendiendo hasta un arroyo para beber de él, cuando le llamó la atención la visión de un pájaro que se había alejado de los demás y que hacía algo un tanto extraño. Saltaba de las ramas bajas de uno de los árboles más altos y, con el pico apuntando hacia las nubes, parecía decidido a emprender el vuelo hacia las alturas; pero, lo único que conseguía era batir sus alas hasta dejarlas agotadas inútilmente. Entonces se dejaba caer sobre la hierba, descansaba un poco y lo volvía a intentar. A él, aquella escena le resultaba entre cómica y enternecedora y decidió quedarse un poco más en tierra para ver en qué acababa. Aquel pájaro ya estaba listo para echar a volar, pero no sabía cómo. Para su sorpresa, con la aparición de la luna, tras uno de los intentos fallidos, ella se fue directa hacia el arroyo, muy cerca de donde él estaba, y se puso a picotear su superficie. Entonces él se acercó a ella y le dijo: “Así como nadie puede ver el viento, nadie puede tocar el cielo”. Ella se quedó atónita, pues no se había dado cuenta de que hacía rato que alguien la había estado observando; además, en aquellas sentenciosas palabras parecía ondear un halo de escalofriante verdad. Guiada por una curiosidad infinita, para él no fue demasiado complicado conseguir que ella se dejara llevar en un vuelo a ninguna parte, pero muy cerca de las estrellas. En efecto, ella ya sabía volar.
- Sí, quería volar muy alto; y qué triste estaba. Veía a mis compañeros despegar unos pocos metros y regresar a tierra sin nada nuevo que contar. Me costaba aceptar que la vida sólo fuera eso -él sonríe; le complace la idea de haber sido partícipe de la felicidad de su compañera. -Si no te hubiera conocido aún estaría ahí abajo, aburrida, frustrada, desesperada. Quizás hasta me hubiera vuelto loca.
- Con la locura, quién sabe, tal vez también hubieras empezado a volar como lo haces ahora conmigo.
- ¿Tú crees? No sé, quién sabe. Pero seguro que me gusta más que volemos juntos.
- A mí me gusta y mucho. Contigo vuelvo a descubrir lo que ya creía conocer y aprendo algunas cosas que no sabía.
Ella sonríe enternecida.
- ¿Te apetece bajar a las rocas? Allí se escucha el rugido del mar como en ningún otro sitio.
- ¡Vamos!
A los pocos minutos, él y ella pasean sobre unas rocas junto al mar. En el horizonte el sol ya se esconde y los colores del fuego se convierten en los protagonistas del atardecer.
- Este lugar es realmente espléndido; gracias por haberme traído –le dice ella ilusionada.
- Gracias a ti, por haber venido. Hacía tiempo que quería compartirlo con alguien.
Ella le sonríe dichosa por saber que es ella quien ahora tiene el honor de estar allí con él.
- Aquí puedo pasarme horas escuchando; a veces hasta casi me olvido de mí mismo y de dónde estoy. Y siento que los sonidos y el aroma del mar, la caricia del sol, la rugosidad de las rocas y yo nos confundimos en una sola realidad y parece que, por unos instantes, el tiempo deja de existir.
- Puedo entenderlo. Yo también me dejaría llevar horas y horas aquí, dejando mi mente libre de todo pensamiento y dedicándome sólo a sentirlo todo.
- Yo no tengo prisa por marcharme, tampoco me espera nadie, ¿qué hay contigo?
- Estoy libre –responde con cierta picardía.
- ¿Te apetece que nos quedemos un rato?
- Sí, por favor.
Él sonríe feliz por estar con ella, por tener una compañera.- Ven –le dice-, aquí estaremos más cómodos. ¿Luego qué te apetece hacer?
- No sé...-le contesta mientras se acerca al rincón que él le señala, a su lado- podríamos esperar a ver llegar la noche -sugiere.
- Me parece una buena idea.
Los dos se sonríen el uno al otro y en breve aparecen las primeras estrellas.
- ¿Sabes? –le inquiere ella rompiendo el silencio de la noche.
- Dime –le responde buscando sus ojos.
- No me importa que no se pueda tocar el cielo. Contigo ya me siento cerca de él.

Texto agregado el 07-07-2003, y leído por 897 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
29-02-2008 Genial. lilith
26-06-2006 Cuando uno encuentra a sus propios amigos, crecer es más fácil. carla_roy
15-09-2004 la frase : "Así como nadie puede ver el viento, nadie puede tocar el cielo" me ha parecido genial. El relato me ha gustado, es muy tierno y se puede leer enrtre líneas. Mis felicitaciones. Un saludo. SOL-O-LUNA
07-08-2003 Vulcano un cuento precioso,la soledad es muy triste y poder compartir la vida con un ser querido,aún no tocando el cielo(cómo metáfora de que es ,"lo más")es muy bello,al fin y al cabo ya no importa dónde estes,o dónde quieras estar si no que lo importante es estar.un beso desde Valencia. airedevalencia
18-07-2003 Me parece que escribes muy bien, este cuento me ha parecido muy bueno puesto que de unas ideas sencillas, sacas una historia interesante y bonita. Estilo Heminguay en el libro "El viejo y el mar". Cuentacuentos. Cuentacuentos
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