Ando vagando en el bajo mundo de las letras, letras que desacreditadas y ante el temor del desuso se prostituyen con el braile. Este es el cabaret de las letras, donde las telarañas entre los dedos son disfrazadas de guirnaldas navideñas, huele a tinta fétida, aquí la pluma es un cincel que hiere las hojas vírgenes, hoy por hoy convertidas al excepiticismo.
Tras las primeras cervezas, me contaban que allí los libros son proscritos porque acuartelan -dicen- palabras y las forman en escuadrones de frases con sentido, y a cualquier letra frustrada no le queda más que revolcarse a escondidas con otra en relaciones sin futuro por ser sólo una sílaba, por eso es que las que consiguen un threesome, tienen de qué jactarse porque queriendo formar un cuento, el final demora un segundo más.
Pero no todo es looser en este underground, historias también hay de las otras, de las felices e históricas, cuentan que las vocales lograron juntarse y retratarse yéndose contra el establishment, aunque minutos después hayan sido ejecutadas. La foto en mención cuelga de la pared y la historia de la lengua de sus fans. El entusiasmo mio fue tal que me dispuse a estar colgado también de la pared y de sus lenguas, así que me paré sobre el tintero que se usaba de tonel y exhorté a la unión, tremendo error ortográfico! una tropa nutrida de la guardia de iletrados recibió una llamada anónima de un fatuo fashion (apodo con el que se conoce al que no lee y hace gala de la estética en la moda y afines pueriles) y cayó al momento parra llevarse a los revoltosos. Cargado de culpa frente a su deseperación, las saqué de allí y las llevé por atajos oscuros y nocturnos que había guardado para cuentos futuros. En el recorrido y mientras los nervios, podía disfrutar de sus sonoras pisadas una tras otra, una con otra, sin darse cuenta fueron palabras y después, frases.
Ya libre de persecución, abusaron del sistema y se juntaron como no podian en mucho tiempo, abrazos, bailes, fiesta, desfile de citas célebres, de fragmentos de cuentos famosos unos, inéditos otros; incluso las agrupaciones menos sabias y afortunadas fueron espectáculo, su habilidad las llevó a formar rúbricas y acrósticos. Ya en el filo de la página, justo a la vuelta de la hoja en la que vivo, a donde logré llevarlas Dios sabe cómo, se detuvieron, ellas y el jolgorio, ellas y el temor. Silencio absoluto, silencio sin palabras. Las miré y no insistí más, allí las dejé rendido de pretender convencerlas para llevarlas a casa y hacer una orgía, frustrado de no poder dar con este puto fin a esta puto cuento. Eché una última mirada a la oscura figura tras el callejón, algunas de ellas se pegaron en una pared y formaron en graffitti: "gracias", pero se bajaron al segundo(...o fue idea mía?!).
Volteé y entendí la lección, no tengo que buscar letras en el bajo mundo. En un libro, el fin es sólo el síntoma de que se le acabó el presupuesto a tu idea.
FIN |