Tarzán sonreía complacido ya que la mujer blanca, descifradora experta de los mensajes de la naturaleza, le estaba enseñando esos intrincados códigos que sólo unos pocos privilegiados eran capaces de traducir. Xeena le decía con voz queda:
-Hoja amarilla y pasto verde, maleza alta, ave en cielo, significa hembra hipopótamo en celo, ave zancuda arrastrando pata izquierda, quiere decir cocodrilo con muela cariada. Y así, por el estilo, cada suceso estaba minuciosamente escrito en cada elemento de aquella exuberante selva africana.

En pocas semanas, Tarzán ya era un avezado lector de la naturaleza y sabía prácticamente todo lo que acontecía en aquellos hermosos parajes: que la boa estaba deprimida, que el señor elefante estaba con indigestión, que la tribu del norte celebraría en pocos días una ceremonia de ofrecimiento de vírgenes. Fue precisamente esta noticia la que entusiasmó al hombre mono y en menos que canta un faisán, preparó todo su equipaje, que no era mucho, sólo un taparrabos de emergencia por si acaso le ocurría algún percance. También le encargó a su compañera Chita que cuidara de su árbol y que contestara los e-mails de Jane, quien a punta de tam tam cibernéticos se comunicaba periódicamente con el personaje de Edgard Rice Burroughs desde su natal Inglaterra.

Feliz ante la perspectiva de pasar una buena velada, Tarzán volaba de liana en liana, recreándose con el paisaje, que además le otorgaba el aderezo de informarle del acontecer diario. Hoja roja, agua turbia: hermano pez con urticaria, flor carnívora mustia, moscardón sobrevolándola, serpiente enroscada: mal tiempo en la zona oriental, mariposa oscura, nube parda, gallinazo picoteando mazorca: Jefe de tribu del sur preocupado por su primogénito.

Su largo viaje se le hizo corto y entretenido, ya que en menos de media hora se había enterado de las noticias de la comarca.

-Hiena sollozando, león bostezando, pequeño leopardo aullando ¿Qué querrá decir esta combinación?- alcanzó a preguntar el mítico personaje antes de aletear en el aire tratando de asirse a una inexistente liana. Su atlético cuerpo siguió el impetuoso curso que sus poderosos brazos le habían brindado y por algunos segundos fue un efebo alado, un Ícaro selvático surcando las verdes profundidades de la espesura africana.

Cayó lamentablemente sobre un pedregal que, por trágica coincidencia, se encontraba en ese lugar, quedando tremendamente contundido. Semiinconsciente, repasaba todavía la lección de la última clase: Hiena…sollozando, león bostezando, ay…pequeño leopardo aullando, ay, quiere decir… liana momentáneamente fuera …de servicio..ay..disculpen las molestias…ocasionadas, aaaaay…