Hay dolores que no pueden describirse con palabras, que por más que lo intentas no puedes. Es la unión de tantas sensaciones que se juntan formando un nudo en el interior del cuerpo incapaz de entender sin percibir... Intentas detener que todo siga el rumbo que pretende llevar, te opones firmemente (sin duda alguna), pero a veces no es suficiente. Oyes los latidos de tu corazón retumbando en tu cabeza y esperas a que alguien más los oiga, pero no sirve de nada. Cuando te haces invisible lo haces hasta el final, y las paredes se cierran lentamente hacia ti intentando comprimirte hasta desaparecer; el mundo se vuelve gris; la luna huye de tu presencia; absolutamente todo se vuelve del revés... Pero siempre quedan atardeceres dulces donde el mar no sabe a sal y la piel se deja acariciar en sueños que superan tu intención de no seguir perteneciendo a ellos, hasta el colapso total.