Hay que ver la capacidad de tener mala leche que hay... y la cantidad de ignominias y crímenes que cualquier persona de las que nos rodea es capaz de cometer.

No hay que mirar tan lejos, ocurrió hace diez días en Madrid, una llamada telefónica amenazando de atentado ha obligado a desalojar un campo de fútbol donde se desarrollaba un encuentro que congregaba a más de setenta mil personas; teniendo en cuenta la especial sensibilidad que por estos temas tiene un pueblo que ya fue duramente golpeado por el terrorismo el pasado once de marzo; hay que agradecer a quien sea el buen final que tuvo el citado desalojo, sin accidentes, heridos o escenas de pánico.

O a lo peor no tenemos que mirar nada más que tres puertas a la izquierda, en nuestra misma escalera; ¿Quién no conoce algún hogar machacado por la valiente acción de un “cabeza de familia” maltratador?. Y esto es lo peor del caso; que no nos asombraría que hubiese sido cierta la colocación de una bomba en un campo de fútbol y de ahí el desalojo; ni nos asombra conocer a alguien con un comportamiento deleznable, porque ya empieza a ser normal.

Ésta sociedad maniquea esta dividida de una forma muy peculiar, no hay personas buenas o malas; dependiendo de la situación todos somos capaces de reaccionar de una forma u otra ante estímulos determinados.

Pero claro, todo tiene ciertos límites, al menos para la mayoría de la raza humana, porque me gusta pensar que a pesar de que son muchos, demasiados; permanecen aun en minoría los que son capaces de matar injustificadamente; propinar una paliza por el color de una piel o golpear a la propia esposa cada vez que se tomen dos copas.

Lo que peor llevo es que me siento acostumbrado, curtido ante estos acontecimientos; totalmente falto de capacidad de asombro; seco e incapaz ante unos hechos que terminan por ser habituales. Quizás sea la Tv, a la que siempre podemos echar la culpa de casi todo y la verdad es que esa sucesión de cadáveres y trozos desmembrados de carne que día a día tenemos que presenciar, unido y aderezado con unos cuantos insultos de políticos y famosillos nos vacunan contra cualquier sentimiento de aflicción. Pero debe haber más ¿los sistemas educativos? ¿Escalas de valores?...

En fin, ¿Qué más da? El otro día me sorprendí por la calle oyendo una melodía que hablaba de peces que beben y beben en el río; otra vez de nuevo. Ya es Navidad; brindaremos con caldos que nuestros bolsillos no se pueden pagar habitualmente, nos saldrán los langostinos por las orejas; regalaremos estupideces que nadie nos ha pedido en vez de obsequiar con más presencia y más cariño; compraremos a nuestros hijos los juguetes que la Tv les ha magnificado y veremos como nada les ilusiona.
Mientras, en algún noticiario dirán que este año han muerto cinco millones de niños de pura y sencilla hambre, pero no lo escucharemos, los villancicos de moda que hemos comprado este año estarán sonando demasiado alto.

Hala, feliz Navidad… pero no olvidéis que al que no le queda amor, siempre le queda el sexo y al que no le queda ni amor ni sexo, solo le queda comprar; así que no seáis de éstos últimos y ahorrad algo para Enero.