Pajaritas ajustadas, atriles bien fijos sobre las tablas, prohibido temblar las partituras, prohibido temblar las manos; boca reseca un poco, lo justo, los labios que se humedecen solo con la punta de la lengua una y otra vez; portafolios completo, que no falte ni una pieza como en un puzzle perfecto pendiente de armar todavía, exacto, donde todo encaja en su sitio y en ningún otro... así se disponen los sonidos, las notas, los silencios, las esperas, los adagios, las tensiones, las miradas...alguna lágrima descontenida cuando la soprano alcanza ese pianísimo que derrama tanta fuerza y suavidad en un mismo compás.
La delicadeza en las manos, la dulzura, la energía... con cada gesto te pide, te da, te brinda confianza, toda, seguridad, lo que yo busco, lo que buscamos todos, el abrazo colectivo de saberte amparado por ese empuje, pequeño e intenso, potente, vigor y dinamismo todo junto, cóctel de armonías, arpegios que escapan solos en el aire, fugados con todos los sentimientos, sensaciones que se crean en un tiempo de espera largo, larguísimo... eterno casi, silencio interminable, momento de tensión insuperable... y todo en sus manos, el mundo entero pendiente de un gesto que no termina de llegar, que se hace esperar, desear... ... ... desear ... ... ... esperar, esperar ... ... ... más silencio... ... el grito y mi lágrima final... por fin...
Esta noche más, cariño, esta noche mejor, aunque se me quede la emoción cosida a la pena de las cosas que se acaban.
Para mi amigo Curro, que me acompaña en casi todos mis conciertos
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