Construyo un imaginario castillo de cartas,
con su equilibrio frágil y fantástico;
y pongo a dos como en plegaria,
entonces te veo entre la gente,
vos comías casi sola fingiendo que no me mirabas
viéndome sin mirarme...
como yo...
Después pongo dos cartas más
y el castillo es fácil de imaginar,
te veo bailando y recuerdo otras danzas;
no tan lejos voy y yo...
mas bien pegados los cuerpos,
divididos por la fina trama de la ropa.
Pero no era tu danzarín hoy...
Una carta, como durmiendo,
atravieso por encima de las otras cuatro,
ya se ve sino un castillo, una casita;
y me decido: Debo decirte lo que me pasa,
sé que es, dificil pero me dispongo y espero...
Entonces me preparo, y haciendo arte de malabar,
coloco dos cartas más encima las otras cinco,
como buscando elevarme
y el castillo comienza a insinuarce.
Me arrimo y te digo lo que sabés:
Que algo me tiembla adentro cuando te veo,
que algo me sigue temblando cuando te veo.
Vos me mirás duro, me da vergüenza,
vos me retás como a un chico,
yo me callo.
Me voy, parece que por ahora
no encimaré más cartas al juego.
Entonces vos me alcanzás
para decirme que también temblás,
que también seguís temblando
y no querés jugar con el castillo.
Te parece que la realidad indica
que aquella obra de los sueños
son solo cartas apiladas,
que no podés jugar conmigo.
Quiero que hagamos castillos de cartas de chincón
y no nos preocupemos
porque duren poco tiempo,
has de saber
que los mejores arquitectos, cuando niños,
jugaban también,
que sus construcciónes no siempre fueron sólidas,
y que podemos hacer castillos de pocas horas,
soñando que no son cartas
sino muros los que se alzan al cielo.
Trae tus cartas y démonos oportunidad
merecemos jugar
a ver si crecemos de una vez.
Quiero verte, lo sabés,
que me quieres mirar,
me lo quiero imaginar
pero debes ver, tal cual yo,
que en el sueño de un rato,
como en un monton de cartas,
está la insinuación de un castillo que puede ser...
1987 |