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Nunca pensé que un borracho que andaba de inspiración política,y que me asaltó con sus desbocadas ganas de conversar,fuese el mismo que se convirtiese tiempo después en el abuelo de mi hijo.Yo estaba tomando una gaseosa antes de emprender viaje hasta mi choza en la selva.aguardan que al chofer del camión le dieran las ganas de partir. Con el borracho Cástulo nos conocíamos desde que yo llegué a vivir allá, y era un campesino camba musculoso, un cruceño de pura fibra. Por cierto que no siempre estaba ebrio,y menos que fuese un apasionado de la política. Pero ese día me tomó de casero, y sin soltarme de su lado dijo :
- Ese presidente de tu país...¿ cómo es ?
- Pinochet - me anticipé- el general Pinochet...
- Ese - me contestó con voz traposa - el mismo....porque sé...porque yo sé....y no soy ningún ignorante...ese tipo....ese tipo...es un buen presidente...
- Sí, claro, eso dicen - le contesté- Pero el hombre no escuchaba, yo no existía, él estaba con la idea fija, el borracho Cástulo estaba nada más que para discursos...
- Ese general - continuó - y yo lo sé, porque no soy ningún ignorante, terminón con el hambre del pueblo...¡ el hambre de los niños !...Yo lo sé porque leo...escucho...
Parece que como un borracho digno, bebió un par de sorbos más de singani, antes de continuar con su discurso, que ya se veía que no lo iba a detener.
- Y terminó con la corrupción, que carajo, mientras que acá todos roban...pero ahora usdedes los chilenos son engreídos, sí, se creen la gran cosa...
Y comenzó a enojarse, a alzar la voz, entonces, con el viejo truco de desencajar al otro, le grité aún más fuerte :
- Pero la política hoy no me interesa, no soy político, hoy sólo quiero llegar a mi casa y dormir.¿ Oiste ?
Me abrazó, ja , me dijo cuánto me estimaba, que era el único paisano que él quería,otros halagos, y cosas que tantas veces había escuchado en declaraciones de amor de borrachos.
Sólo que al conductor del camión se le ocurrió partir, de modo que hubo evidente disculpa para poner fin al diálogo, mejor dicho, a su discurso, y partí hasta que el camión, bañado en polvo, me dejó en el intransitado camino, el último antes de cruzar el río, y la larga caminata que aún me quedaba para mi rancho.Entré por la senda que va hasta mi casa, que a esa hora apensas se adivinaba por ahí en la alborada incipiente, y más tarde, cuando me disponía a cruzar el río, vi recortarse en la otra orilla la figura de una mujer, la que parecía esperar que terminara de pasar toda el agua del río.
Lo crucé despacio, alzando mis pilchas para que no se mojaran, pues el torrente me cubría de agua hasta el pecho. Los gigantescos árboles de las riberas estaban a punto de desplomarse en el río.
Recién la ví. Era una hermosa muchada del tipo guaraní. La piel muy estirada, con el suave color del café tostado. Sus ojos limpios, la boca pronunciada y el cuerpo musculoso. recién la vi : era la hija de Cástulo.
-Hola niña - Le dije-
-Buen día, señor-me contestó con timidez.
Nos quedamos en silencio mientras me secaba con una toalla que ellas misma me proporcionó. Yo estaba desnudo y me sequé con plena naturalidad, sin el pudor ni la picardía de los criollos. La chica no miraba hacia acá, sino que la vi absorta en el desplazamiento de las aguas, sentada en sus talones.
-¡Es usted don Facundo?-Me pregunó
-Depende...
-Ya cumplí los quince años, dijo, y me mandaron a tener un hijo con usted.
La observé: sus huesos eran todavía demasiado blandos, pero supe que su corazón ya sabía latir muy fuerte. Suavemente le levanté la blusa para verle sus teticas: ya estaban como paraser utilizadas por la voracidad de un bebé.
-Si en mi país me vieran en estos afanes-le comenté-me meterían a la capacha...
-Yo no quiero saber nada de su país, señor. Lo que yo quiero es tener un hijo suyo.
-Pues tendrás que venir cuando ya no te manden.
Comprendí que esa era una maniobra de la mujer de Cástulo, o de ambos, nunca lo sabré.

El encuentro transcurría sin ningún apremio, como si la vida no tuviera una velocidad que la vuelca más provechosa. Se escucharon muy fuerte los alaridos de un grupo de monos que brincaban en la copa de un ambaibo.

-No me manda-Agregó ellla-Yo quiero un hijo suyo para que salga con su pelito dorado...
-¡Eso no más?-Pregunté-
-Hay más, señor, quiero que salga prepotente como usted...
-Aquí no se necesita la prepotencia-le dije- la gente es buena y sencilla. Pero en fin - me dije - no soy tan tonto como para tratar de cambiar ninguna cosa en ninguna parte...

No la llevé tomada de mi mano ni abrazada como se hace en otros lados, sino que le fuí enseñando canciones de cuna, para que le cante al chico cuando en las noches no pueda dormir por culpa del calor, o porque yo no esté.

!988, Bolivia.

Texto agregado el 06-07-2003, y leído por 313 visitantes. (0 votos)


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