Carla,
bella flaca
su piel
de pétalos de flor es.
Sus rubíes
cotizados
en el mercado
de los corazones.

Desnúdame ante tí
como un niño indefenso
y desata la furia del mar
sintiendo también tú lo que yo siento.
Playa desierta
con dunas y arena
y mar y el ósculo
contemplando el crepúsculo
y la luna y estrellas
y tú mi bella,
mi catedral gótica,
mi sirena,
mi bebida exótica,
mi pasión eterna,
el lejano horizonte
es tu flaqueza
y tus entrañas
mi meta.

Suave pradera
destino de la semilla
en la primavera.

Sol de verano.
Hirviendo mi sangre
muero callado.

La dulzura de la muerte...
probaré mi suerte.
No quiero perderte.
¡Volveré a verte!
En otro lugar
donde sólo estemos tú y yo
y las nubes de algodón
veremos pasar
haciendo el amor.
Cortaré mis venas
y haré una hamaca
para mecernos en ella
y con mi vino
seremos dos ebrios
profanando el cielo
y nuestro sino
romperá nuestra memoria
y mi falo ardiente de infierno
buscará el fin del universo
en tu cuerpo con sabor a victoria.
Robaremos la manzana
del árbol prohibido
y mataremos a Dios
en el más bizarro acto carnal.
Volveremos a pecar
y pecaremos de nuevo
y seguiremos pecando
hasta el fin de los tiempos.
Allí en nuestro lecho
de muerte y sexo
con sudor y sangre
hundiremos las ruinas
salvajes, obscuras
hermosas, malditas.

Ahoguémonos.
No respiremos aire
que no venga del otro
de tí a mí,
de mí a tí
hasta caer desmayados
en un orgasmo de locos.
Y ahora sí
alcancemos la unión eterna
la muerte eterna
y Dios no se podrá ofender
de que forniquemos a muerte y no a vida
porque a Dios
ya le dimos muerte algún día.