¿Acaso solo vuelan los pájaros?
Miré mi reloj, eran ya pasadas las nueve, y mi novia no solía retrasarse, una coca cola reposaba en mi mesa, mi mirada fija en el cuadro de enfrente, era un cuadro pintado con colores oscuros y fríos, en él habitaba un paisaje invernal, una casa estaba dibujada al medio de la nada, rodeada de nieve y oscuridad. En eso que estaba distraído mirando el cuadro cuando llegó ella, se disculpo con un cálido beso en los labios. Me dispuse a observarla, iba vestida con un bonito top rojo, y una faldita vaquera adornada con un cinturón a juego con el top. En su cara un poco de maquillaje que realzaba su belleza, unos ojos marrones claros muy grandes que en su interior guardaban el amor que llevaba, unos labios rojos verdaderamente impactantes que incitaban a besarlos, realmente siempre que la observaba desde una distancia tan corta creí estar en un sueño, y de hecho temblaba porque sabia que lo que sucedía era real.
Habíamos quedado para tomar algo, pues ella se iba a un país extranjero y no la iba a ver en varias semanas, yo había cogido mi coche y ella había venido con un autobús, siempre creí que tenia un corazón de oro, pues utilizaba a menudo el transporte publico, ayudaba a niños sin padres en una ONG. Después de una animada charla entre ella y yo, nos dispusimos a salir del local. Ella me prometió que quería volar conmigo a un mundo mas feliz y donde la gente se ama y no se hace daño, yo le decía que desgraciadamente no teníamos alas y que suponía que solo los pájaros podían volar. Ella me sonreía, me besaba y con un agradable “cuídate tonto” nos separábamos por caminos distintos. Muchas veces fueron las que pensé que esa mujer se merecía no otro lugar donde vivir, sino otro planeta. La gente como ella no se merecen este mundo, se merecen mucho más. Cuando salí del local le eche una ultima miradita, y le mande un beso con la mano que ella se llevó a la boca con un gesto de alegría.
Me dispuse a subir al coche, salí del aparcamiento y me dispuse a coger la autopista que me llevaría a casa, pues el lugar donde estábamos estaba algo alejado de mi casa. Tenia un poco deprisa porque hoy tenia que jugar un partido de tenis, si ya sé que no eran horas de jugar, pero a mí y a mis amigos nos encantaba el deporte, y bueno quien perdía pagaba la cena. Aquí pasó lo inevitable lo recuerdo como si fuera ahora, un coche que circulaba al lado del mío, tubo que hacer una maniobra extraña para esquivar otro que pretendía adelantarle y choco contra mí. No sé cuando duro todo esto, no desperté nunca. Solo recuerdo con claridad los intentos de los médicos por intentar reanimarme en medio de la autopista con un rostro que había sufrido daños irremediables, no sé porque lo intentaban con tanto ímpetu pues “yo” ya no me encontraba allí, los veía desde una posición mas cómoda, mucho más alejada de allí y más tranquila, supongo que será aquello que llaman “la otra vida”. Una luz de tristeza alumbró mi corazón, mi chica Marie, tendría que conocer la noticia y sé que se pondrá muy triste, pero desde aquí voy a animarla todo lo que pueda. No sé porque pero recordaba perfectamente el cuadro del bar, ahora ya sé que se sentía al estar solo. (...)
Allí estaba Marie rodeada de personas, al parecer se había desmayado al recibir la noticia de mi muerte, nunca en mi vida había sentido tanta impotencia, su cabeza apoyada en mis rodillas, acariciándole suavemente el pelo, susurrándole cosas bonitas al oído y no podía sentirme. Se despertó y con una lluvia de lagrimas se fue a casa, nunca la había visto tan triste. Me sentía totalmente culpable, si hubiera reducido la velocidad, si aquel coche no se hubiera chocado contra mí... nada de esto iba a cambiar. La acompañé a casa acomodando su mano sobre la mía aunque ella no lo supiera. Cuando llego a ella, un manto de frío me acompaño por todo el cuerpo, no sabia porque pero era una sensación parecida a la de estar solo. Su casa vacia, no es que estuviera exactamente vacia, pero en su interior la desolación, la tristeza y la desesperación se habían hecho dueños del ambiente. Marie se sentó y se puso a cocinar algo para ella. En su intento por cocinar se le calló la sartén al suelo, dañándose con el aceite que había en ella, soltó un grito atronador y se echo a llorar otra vez. Pude sentir cada lagrima suya como si fuera mía, su cara había perdido su brillo, el brillo de la ultima noche había desaparecido, tan solo quedaba la tristeza en su rostro, cada mirada estaba apagada, sus labios eran como flores sin color, flores sin olor, nada podía parecer más triste. Al fin paro de llorar se fue al espejo y escribió algo en una libreta que utilizaba como diario, en él pude ver la admiración que sentía por mí y pude leer cosas muy bonitas, yo también derrame unas cuantas lágrimas. En esta pagina escribió:
“Querido diario, quizás estas son las ultimas palabras que te escribo, yo ya no puedo luchar mas, han pasado horas desde que me entere y aquí me tienes, yo ya no sé si quiero vivir mas, le quería tanto, me han quitado la mitad de mi vida, una parte de mí me pide que me vaya con el, creo que no debo separar la razón del corazón, por eso mi único camino me lleva a la muerte, tan solo quiero abrir una herida y volar, volar, volar.”
La habitación se hacia más oscura y más fría, yo estaba allí atónito, llorando como nunca lo había hecho, pidiéndole que no lo hiciera, que tenia que vivir aun mucho, que tendríamos tiempo de sobra para vernos aquí donde estoy yo. Se levantó, esbozo una sonrisa y se dirigió al baño, llenó la bañera, se quito la ropa y se dispuso a entrar en ella. Yo la miraba de rodillas sabiendo lo que iba a hacer, nunca me canse de decirle que luchara pero ella no me escuchaba y la historia ya casi estaba a punto de acabar. Sacó un cuchillo que había cogido de la cocina y lo paseó sobre su muñeca, sus ojos se abrieron, el baño se oscureció dejando entrar la tristeza, el agua se confundía con el liquido que desprendía sus venas, un suspiro mas, una sonrisa en la boca y allí se bañó con el agua, la sangre, la tristeza, la desesperación, el amor. Yo cerré los ojos y lloré.
(...)
Desperté. La imagen de mi amada cubierta de sangre me sobresalto, abrí los ojos y aquí la vi, tumbada en el suelo aparentemente durmiendo, no habían marcas en su muñeca, la llevé en brazos al banco donde solíamos estar, le pedí que por favor despertara no tenia nada que temer, este lugar estaba lleno de tranquilidad y aquí despertó, otra vez con sus ojos radiantes de felicidad, su pelo brillante como las estrellas, sus labios de color rojo volvían a pedir amor, la nube había dejado paso al sol. Como tantos otros que murieron encontramos la felicidad en este lugar tan extraño y a la vez tranquilo y recomfortante, otra vez volvi a sonreir. La besé y creo que esta vez fue la primera y la ultima vez que volamos, pues, ¿acaso solo vuelan los pajaros?.
|