Azar
Te conocí en una tarde agónica,
de ésas que sólo viven gastando horas ajenas.
Al principio, no eras más que un saludo lejano y un rostro,
como todo ser humano, viviendo con la vida cubierta,
sin pasado, presente ni pasado.
Un azar colado por una puerta entreabierta.
Pero, como siempre,
el tiempo derrumba las murallas
que ocultan las virtudes tras los límites de tu nombre;
tus risas, las opiniones compartidas,
los besos incorpóreos con sabor a sábanas arrugadas,
las curiosidades recíprocas que satisfacen la confianza,
los viajes sin boleto, el futuro y sus sombras…
las preguntas.
Y yo aquí y tú a la distancia, tan lejos,
y me pregunto si hubo alguna vez
una puerta, un camino común
una luz que encender, una meta, discusiones,
llantos, reconciliaciones,
carreras por la orilla de la playa,
cuartos en los que encontrarse a cierta hora
para perdernos eternamente,
manos entrelazadas, huellas,
tragos, cigarros, siestas,
unos dedos rozando tu mejilla,
una primera canción,
en fin, todos los sin sentido
que le dan sentido a la vida.
Que la locura no es la falta de razón,
sino la abundancia de ésta.
O si, en cambio, para mi paz,
siempre tuvo que ser como es ahora,
con todo aquello en el mismo mundo,
con las mismas glorias y frustraciones
dando vuelta en los relojes,
pero con distintas personas.
¿Azar o destino?.
El destino dirá.
j.o.o.
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