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ANTE LA LEY DE GRAVEDAD…


“Yo estoy al derecho
Dado vueltas estás vos...”
Luca Prodan


En la puerta de un locutorio telefónico del barrio de Harlem, protegido por toldos, paraguas y marquesinas, y bajo una torrencial lluvia de verano, se encuentra un chico negro, moviendo alocadamente sus brazos, como a tientas, buscando atrapar algo invisible de donde poder asirse; algo que detenga todo su cuerpo a tiempo, antes de que se desplome, definitivamente, contra el suelo.

Hasta ahora viene lográndolo con relativo éxito. Incluso se anima a soltar cierta sonrisa de satisfacción. Eso le da un impulso de coraje.

Entonces, se atreve a más.

Saca, de la caja, un cigarrillo rubio. El placer de fumar mientras la vida pasa.

Cuando intenta llevárselo a su boca, todo el universo, repentinamente, se sacude. Arrecian las fuerzas de la naturaleza. De arriba a abajo, de izquierda a derecha, del cielo al infierno, el cuerpo comienza a caer sin nadie alrededor que lo pueda detener.

Vuela el cigarrillo al golpear contra el suelo, luego el brazo, el pecho y finalmente el rostro.

Esa mujer, que también miraba, intenta ayudarlo. Pero el sentido común la contiene, nos contiene.

Lo primero que noto es el rodar quebrado del cigarrillo, a través de la vereda, entre la indiferencia de la gente y la lluvia de verano. Luego, miro al joven haciendo un esfuerzo sobrehumano para recomponerse, física y anímicamente, de la caída.

Mientras, él, vuelve en si, alrededor nada ha cambiado.

Y yo ahí, mirándolo todo, en medio del ruido, sin hacer absolutamente nada. Entonces me pregunto:

-¿Por qué siempre me quedo así -pasivo, insensible, duro como un muerto-, cuando suceden este tipo de cosas…?

-Es tan solo una ciudad haciendo lo que debe. -Me respondo a mí mismo, como resignadome a que las cosas no pudieran ser de otro modo.

Y… la indiferencia humana siempre encuentra excusas para todo.



Camino retrocediendo hacia el lugar de los hechos. Entro al locutorio y busco una tarjeta telefónica que me permita llamar a mi lejano pais por poco dinero. De todas ellas, la mejor, lejos, es: "Ok New York"; mil minutos por tan solo cinco dólares americanos.

Cuando salgo del local, el chico con la cabeza llena de crack aun sigue ahí. Buscando con sus brazos, atrapar algo invisible de donde poder asirse, antes de que el universo, con su irreversible ley de gravedad, irremediablemente, lo vuelva a sacudir contra el suelo…

Texto agregado el 20-12-2004, y leído por 172 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-07-2005 carajooo... que chulo. un susurro.* (yo en un viaje a Londrés vi como le degollaban el cuello con una botella a un chico negro y allí nadie movió ni un dedo...me quedé como muerta y totalmente espantada...ais.. asi va el mundo como va.. todo la gente mirando hacia el lado que no debe) susurros
27-06-2005 Esta bien, empieza muy bien y promte. Yo le quitaría el asunto de la tarjeta telefónica, distrae en un momento muy importante. Gatoazul
14-06-2005 Muy buen texto. orlandoteran
12-06-2005 Sorpresa el encontrarme con este texto. Saludos!!! Las excusas, la indiferencia...muy bien narrado todo, me gustó mucho!. ulala
 
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