Eran cerca de las siete.
Ella, sola llegaba a su hotel.
Abría la puerta del lobby
y ahí sentado estaba él.
Ojos brillando de sorpresa.
Realmente no lo podía creer.

Pasaron un par de horas.
El solo tenia un camel.
Ella bebía de su coca
rompiendo el hielo en ese hotel.

Hablaron de un par de cosas
Solo se iban a conocer
más profundo que en Santiago,
más profundo en ese hotel.

Cuando ya había oscurecido,
caminaron sin rumbo sus pies.
Sólo querían estar juntos.
No importaba , ni dónde, ni por qué.

Partieron por Suipacha,
recorriendo sus vidas,
Corrientes y la Nueve de Julio
eran un paraíso terrenal.
Las calles de Buenos Aires
fueron el escenario perfecto
para una noche especial.

Juegos entre dos amigos
hicieron una peligrosa amistad.
Entre el pico dulce y sus latidos,
incómodos estaban ya.

En el camino había una plaza
-Imaginaria creo yo-
Entre las fuentes y una banca
abrieron sus corazones,
se los entregaron,
los cobijaron
para nunca poder olvidar.

Volvieron al punto de partida.
El mismo lobby inicial,
pero una nueva historia que contar.

No era la misma amistad.
No eran las mismas intenciones.
No era el mismo sentimiento
que inhundaba sus corazones.

Era una amistad peligrosa.
Era una amistad que no lo era tanto.
Era una amistad un poco más temblorosa.

Hubo menos palabras.
Hubo más caricias y miradas.
Tratando de decirle el uno al otro
que no lo podía resistir ya.

Tanto deseo.
Tanto silencio.
Todo tan prohibido.

El fuego se fundió en un dulce beso.
Un beso que impregnó sus labios de ternura y calor.
El beso más largo, deseado e impropio
que hayan dádose jamás.

Sabían que en Santiago no sería lo mismo.
Sabían que sus historias no lo permitirían,
pero esa ciudad los dejó olvidar,
Escribiendo en sus corazones
una noche que siempre recordarán.