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(A Juan Manuel Parada)


Otro domingo. Tomaron café en una a destiempo y cada uno se preparó para llenarse de asfalto las suelas. Leunam estaba pensativo como en todos los ratones, Ocrám caminaba de un lado a otro buscando pintar de expectativas y actividades su futuro inmediato. le dijo Ocrám mirándole a doscientos metros desde donde realmente estaba. Ocrám miró la puerta con triste resignación y se acomodó el morral al hombro; especie de caparazón que llevaba a todos lados gracias a su estirpe andariega. Sintió el peso de sus dos mudas de ropa, el desodorante y los seis kilogramos de libros; únicos dispositivos eficaces para inyectarle realidades paralelas a su desnutrida existencia. La calle sin horizontes imitaba una despedida repentina no autorizada, “Éste amigo mío está infinitamente triste” horas mas tarde le vería deleitarse en carcajadas sicóticas zarandeado por el néctar alucinógeno del alcohol mientras la lluvia les aguijoneaba los rostros y Dios dejaba mostrar sus uñas relampagueantes en el telón de la noche perpetua del instante.

. Ocrám sintió un estremecimiento espiritual y recordó Los Dados Eternos de Vallejo. Sobrevino otro silencio andante mientras por fin llegaban al puentecito de hierro que servía de advertencia limítrofe entre el pueblo y la peligrosa barriada donde Leunam sobrevivía. “Leunam camina con un destino, se le ve aferrado al éxito, le hace el amor a la vida y ésta se le tiende abajo como una barragana enamorada que no le cobra ni pide nada, en cambio, se le putea en múltiples orgasmos lagrimeándole premios y ofertas mientras gime descontroladamente”_ Pensaba Ocrám a la vez que recorría a su amigo con una mirada de admiración paternalista. Leunam andaba maquinalmente sin percatarse de Ocrám que se había desviado sin aviso y ya pagaba por el privilegio exquisito de recibir dos lupulosas cervezas y una cajetilla tumoral de cigarrillos en una licorería ubicada en el borde del despeñadero que resultaba ser la parada del autobús; punto divisorio de la hermanada satisfacción compartida de los poetas hermanos.

. . . y bebió un sorbito al que Ocrám le produjo espasmódicos ataques de risa. . le respondió Leunam mientras con ambas manos se agarraba el miembro orgullosamente.
Rieron destartaladamente y de pronto, callaron como puestos de acuerdo.. .
“Leunam y la hermosa gacela hacen una unidad perfecta de la heterosexualidad contemporánea, ella revisa cada detalle de su aura, diseña estilos acorde con su imagen prometedora bordando finos hilos de amor en cada uno de sus actos. Cuida la impecabilidad vital de su amado, en cambio, éste llena de pasión y lujuria su hambre de mujer madura. Ella es básica y primitiva, dotada de una sublime comprensión de las cosas y por encima de ellas el arte, interpreta fácilmente las profundas cavernas del ser y por sobre todo es radical en sus pensamientos; rozada hasta lo eterno, ella le embellece y lo inmortaliza”...<
La tarde caía en un velo de nostalgia y en el cielo se disputaban nubes lluviosas y un glorioso crepúsculo. Sentados en una acera los amigos contemplaban la soledad impoluta del minuto que se sembraba en el pulso colosal de la existencia. Cada uno guardaba un vacío que les hacía similares, por tanto, hermanos. Habíanse cansado de citar a Machado a Dostoievski a Bécquer a Neruda a Proust a darío a Kafka a Ludovico... incluso la Biblia. Nunca coincidían en sus diálogos ni en la forma de ver las cosas, pero el fondo los unía, alejados de toda dialéctica, en el pensamiento originario despojado de la palabra estaban completamente de acuerdo; “VIVIR ES UNA PRUEBA” Gritaban sus mentes al unísono, tomaban otra ronda de cervezas, encendían otro cigarrillo, como quien quiere inhalar la verdad chapándose la muerte en pequeñas dosis de vida.

El maltrecho reloj de la licorería marcaba las nueve de la noche, en el pueblo ondeaba el espacio y las calles reclamaban una pisada. A vista circular no podía verse un alma, sólo una endiosada perra marrón, común y silvestre brillaba junto a aquellos espíritus afligidos. Leunam miraba la perra fijamente “Seguro está mirando las implicaciones sociales en el abandono de la perra, la está asociando a sus veloces pensamientos enlazando ideas punzo penetrantes con otras, describe y puntualiza la marginalidad y el hacinamiento, es joven como yo, inteligente y letrado, pero la rueca de sus ideas gira como un helicóptero; me es difícil discutir con él justamente porque en el tiempo que tardo en organizar mis ideas y exponérselas, él ya tiene una multitud de posiciones que zumba como pedradas, si refuto, salta como una pantera asestándome un zarpazo concreto, está hecho para cristalizar, aunque lo niegue, he ahí un hombre que brilla obstinadamente en las tinieblas.



Contra todo pronóstico los grandes amigos se habían metido un punzón en la parte más sensible y pulposa de sus remordimientos con una crueldad que rayaba en la frialdad, pero a pesar de las ofensas se miraron compasivamente: Microscópicas polutas de rocío empezaban a realizar su viaje sagrado de los cielos a la tierra... Ocrám se sintió de ganas y recitó varios poemas para su amigo, luego sacó de su bolsillo un poema doblado en siete partes y lo desplegó <
Sí Leunam, debemos afirmar
Agregar a lo que falte
Y No contradecir tanto

Construir desde arriba, reforzando abajo
Pues sería imposible levantar los cimientos
Por ello existe un buen Agüero

Hundirnos si es preciso, Naufragar
Humildemente, sin angustias, ni arrepentimientos
Pues son pasos necesarios y aparentemente flotantes

Sí para ti ha sido carne la palabra
Y por fuerza o compasión la vives
Fabricando lentes para donarlos al miope...

Sigue concretando amigo, como sabes
Porque contigo se juntan cualidades
Que difícilmente intuyes, y estamos asombrados


Reinó el amor de hermanos nuevamente, Ocrám, en una actitud parsimoniosa le depositó en las manos a Leunam lo que consideraba su documento universal de amistad y destino, ambos reprimieron una lágrima que disimularon muy bien las gotas de lluvia en sus rostros mestizos Las gotitas mutaron en gotones y el vientre del firmamento se abrió en un parto de agua dulce. La fantasía del agua se deslizaba con fuerza en los brocales, se mojaban, pero se gradaban de ello, no hicieron caso al hombrecito que groseramente les invitaba a retirarse de su licorería alegando el tamaño mas grande del toldo de en frente. Rieron nuevamente al mismo tiempo que los rayos robaban el protagonismo nocturno de las estrellas, exigieron otra ronda, y contemplaban el torrente turbio del agua bajo sus pies como quienes buscan una respuesta embrionaria. El cielo se llenaba de estruendosas raíces fluorescentes anunciando una nueva etapa, quedaban selladas las almas de los poetas hermanos con un lazo de plomo y sonrisas, una bestia mecánica los empapó bautizándolos como los ungidos, estaban llamados por la voz de dios a ser socios de vida. Era muy tarde ya y no importaba, el dinero se acabó y no importaba, sus mundos grises y gélidos los esperaban para hincar sus dientes en ellos y no importaba, mañana es otro día de lucha...mañana se verá.

Marco Tulio Gentile
Agosto 2004


(A Marco Tulio Gentile )


Con un animado ¡salud! iniciaron la tanda esa tarde y un aaaahh prolongado manó de la garganta de Ocrám, refrescada por la cosquilleante cerveza que bajó hacia su estómago, y que luego ascendería a la fiesta bullosa en las cavernas de su cerebro. El sorbo de Leunam fue corto, casi sopeteado, como siempre: cortos pero frecuentes. Había un espesor en el ambiente: la atmósfera era palpable aunque el sol no se mostraba del todo “huele a lluvia men” dijo Leunam mirando el enturbiado cielo. Cruzaron la calle y llegaron a la acera opuesta al Milagro, Ocrám se dejó caer sobre sus nalgas y Leunam sacó la cartera para sentarse sobre ella y no ensuciar el pantalón. Desde ese ángulo el Milagro tenía un denigrante aspecto de aburrimiento y ocio pueblerino: cuatro afiches medio pliego con cuatro bellezas tropicales en diminutos bikinis y Sí Hay; un hombrecillo de aspecto senil con una gorra negruzca, zapatos negruzcos y pantalones también negruzcos –negruzcos igual a entierrados-; las azules paredes derruidas con diversos lamparones de orine; el toldo colonial y la acera alta sirviendo de cama a una perra marrón, preñada. Ocrám amaba el cuadro, “Pura poesía, Leunam…poesía tangible” y éste callaba en obvia señal de desapruebo. La conversación tenía una estructura estándar que respetaban siempre al reunirse; primero el estado pasional y amoroso de cada uno; luego lo leído últimamente, después las opiniones de lo que uno o el otro hubieran escrito y de allí una tormenta verborreica desparramada sin dirección. Cruzaban la calle cada siete o diez minutos a cambiar las botellas vacías por unas que siguieran contribuyendo al fuego de la conversa. “…tuve que sacarle el culo, se estaba poniendo muy loca…” “…no vale, quiero experimentar solo, sin su presencia que me absorbe… yo sé que la quiero, pero… no sé…” “…lunes, jueves y viernes amanecemos juntos, pero anda arrecha porque le dije Raquel… “…es que estando solo quizá me conozca mejor… ando muy confundido y me gusta…” “…esa me está ladillando, con su paja de puritanidad… ¡qué puritanidad ni que ocho cuartos!…” “…no, no, si la pierdo, mala leche…” “no quiere nada, está brava”. La primera fase del proceso estaba concluyendo y las espumosas galopaban a buen ritmo: Ocrám con sus tragos extensos y Leunam manteniendo la frecuencia.
-¿Qué tal Eriberto? Preguntó Ocrám trayendo dos en las manos y un cigarro sujetado con la boca.
-Una joya, chamo, ese tipo doblega la palabra; la usa a su antojo.
-No tanto eso pana, -prosiguió Ocrám- los sentimientos que destila en cada verso, la nostalgia, el amor al padre, al llano…
-Sí, eso también, pero si no fuera por la pericia, no podría expresar tanta interioridad, el tipo es intrínseco, pero se vale de la forma para impulsar los sentimientos. Dijo Leunam, defensivo.
El estruendoso ruido de una destartalada moto rompió de súbito el diálogo; los dos posaron sus ya encendidos ojos sobre la humanidad del piloto que apenas se veía entre la humareda escupida por el tubo de escape, siguiéndole hasta que doblara tres cuadras más arriba -la perra barrigona, que había trotado tras él, ladrando, casi tosiendo, abandonó su persecución antes de los primeros cien metros; de nuevo se echó en la acera- y luego esperaron el cese del ruido mortal para estallar en una risa loca. “Cien bolos ahí, varones” irrumpió el avejentado hombre de negruzca indumentaria “…con mucho respeto claro… pero si tienen muy poquito, no, ¡vacié! no los voy a dejá limpios” Ocrám metió su diestra en el bolsillo de la cuadriculada camisa y dio dos monedas al personaje que se alejó: Vengan a mí los sordos, los mudos, los ciegos y también los cojos, ja ja ja ja ja…
-Este pueblo es pura magia Leunam.
-Ujum.
-Para mí hay dos tipos de poesía: la que se escribe y la que se siente… en este pueblo la poesía se siente en los rincones… hasta las paredes meadas, viejo.
Leunam tomó el último trago de su cerveza y fue a buscar otro par; de regreso, a mitad de calle, aseveró:
-A este pueblo lo que le falta es distracción para que acabe el mal ocio… un cine, un teatro… nos estamos saturando de chamitos… tú y yo deberíamos no hablar tanto e ir concretando…
-¡Chamo! ¿Te gustó la locura de cuento de Mijail? Exclamó Ocrám cortante.
Leunam se atragantó con un sorbo que acababa de engullir y abriendo al extremo sus achinados ojos de melaza, comenzó a narrar un sueño a propósito del cuento surrealista de Mijail Bulgakov que Ocrám le prestó: Estaba en un estadio muy grande como de béisbol, había mucha gente, pero reinaba un silencio pasmoso, estábamos a la espera de alguien querido y aclamado, todos fuimos allí en busca de su presencia, queriendo darle algún sosiego a nuestra alma por medio de sus palabras sanadoras; pero el silencio volaba alrededor mío, un silencio silenciador broder, una vaina muy rara… Había una puerta pequeñita al fondo de un pasillo que se veía detrás del jomplei, de ahí se supone que saldría el tipo o la cosa que esperábamos ansiosos… comencé a sentir que se acercaba como en una película en la que uno tiene la sensación que algo viene aunque no se ve, un truco de los cineastas para crear tensión… bueno, lo cierto es que la tensión me corría por la venas y los miembros se me atiesaban; salió un hombre en una bicicleta con un enano sobre sus hombros, recorrieron el campo saludando, pero sus rostros estaban borrosos, la gente comenzó a llorar y caían desmayados, yo corrí hacia una cola que se estaba formando donde el tipo iba a estrechar nuestras manos, y cuando tocaba mi turno llegó el Ejército con grandes rifles queriendo arrestarnos; la imagen de yo corriendo entre el tumulto, se fue difuminando hacia el parque de unas residencias aún desabitadas: había albañiles construyendo y yo seguía igual de cagado escondido detrás de una casa sin frisar; sabía que el Yatón me buscaba, porque lo había amenazado con una pistola de juguete y el desgraciado silencio seguía… Leunam terminó el relato jadeando y Ocrám, soltando una espesa bocanada de humo: Viejo, qué profundo, estoy espelucado, mira, o lo escribes tú o lo hago yo, es toda una simbología de las fuerzas opresoras que subyugan al hombre elevado, profundo… muy profundo, viejo. Se alejó unos metros y a escasos centímetros de una pared mohosa sacó su miembro y soltó el chorro a propulsión. Leunam se quedó meditabundo, aun con los ojos inyectados de la emoción hallada en su propio relato. El sol apenas sobrevivía en unos rayos rojizos que matizaban el cielo del oeste; al sureste, nubes grisáceas daban muestra de la lluvia inminente. La brisa se tornó más fresca y ambos sentían las orejas calientes. “Uno es nada en tanta grandeza” “Sí, un piojo hinchado de sangre” “¿Qué somos para el tiempo implacable que pasa arrasando?” “Un cerro de excrementos cargado de defectos” “Los defectos es lo único que me da muestra de importancia” “Porque pesan broder… pesan mucho”. Leunam removía la arenilla incrustada en el brocal de la acera y Ocrám apagaba la colilla del cigarro contra la suela de su bota. En esa pose el cielo les tomó una foto y unas gotitas sublimes, muy leves, comenzaron a rociarles las caras. “Hace dos noches discutía con Raquel en un banco de la Plaza Bolívar sobre mi teoría del egoísmo; estaba arrecho porque sentía que ella se había alejado de mí, tú sabes que de todas, es con ella con quien me hallo, no sé, es que su sola presencia me tranquiliza… bueno Leunam, lo cierto es que yo casi gritaba que el principal rasgo del hombre es el egoísmos; ese que nos carcome y nos mueve en todos los actos. ¿Nunca te ha provocado estrangularla cuando, estando en una camita, solos, con el ventilador susurrando a escasos centímetros, la coño te dice que no quiere?…que comprende que no quiero romper la magia del momento; anda, ya tendremos tiempo para eso… ¿Verdad que provoca matarlas? Bueno por ahí empieza mi teoría del egoísmo… viejo, uno quiere que lo satisfagan a toda prueba y esto es una especie de teoría del caos, porque como todos queremos que todo el mundo nos beneficie y de paso pensamos solo en satisfacernos a nosotros mismos, entonces ¿quién coño va actuar en pro del otro si estamos tan ocupados en el bien propio? Así es pana, yo le hablaba a ella de toda esa vaina y me miraba perpleja, con esos ojitos negros de ratoncita, que me provocan ternura… Hace dos años tenía una plata guardada para… bueno la tenía reunida desde hacía unos meses y mi tía Flor, la que se murió, llegó a casa llorando porque le habían cortado la luz y su chamito no tenía pasaje para ir a la escuela; me dio vaina pana, créeme, pero pensé que cualquier otro la ayudaría, alguien con más recursos que yo, vacilé varios minutos, confundido, movido por fuerzas contrarias, hasta que mamá la calmó con su verbo consolador; me alegré de verle tranquila y me tranquilicé yo, feliz de no tener que desenfundar mis ahorros que luego gasté con la Nancy en un hotel. Ahora que mi tía no está, que se murió como una perra con ese infarto de mierda, me da una arrechera viejo, quisiera que estuviera aquí o devolver el tiempo… bueno, dejo la lloradera y te sigo contando, Raquel me oía con los ojos muy abiertos y le narraba esta misma historia que te acabo contar y otras más que hasta pena dan, viejo, tanta crueldad humana… lo cierto es que cuando me sentía el dueño de aquella verdad absoluta, vi, como a cien metros de donde estábamos, una pareja que se acercaba abrazada, enfoqué la mirada en ellos no sé por qué, y el resto del entorno se ofuscó, mientras Raquel miraba el suelo, pensativa. El tipo tenía los pelos largos, enroscados, sujetados por una tira negra, iba de gris y caminaba estoico con un aire de bohemia; ella iba feliz, maternal, era fea, pero se veía simpática al lado del tipo… Yo no sé por qué me quedé mirándolos, cuando se acercaron más, me di cuenta que el tipo era ciego, pana, y las tripas se me estremecieron al ver a esa mujer abnegada, movida por el amor a cuidar de ese hombre, su hombre; quise pensar que en él se cumplía mi teoría, pero fue imposible, ella echó a bajo todo mi planteamiento, con su caminar alegre, regocijante…” Leunam oía atento las palabras de su compañero; ninguno de los dos bebió trago alguno. Sus rostros ya estaban inundados por las leves gotitas de lluvia, pero ello no interrumpió el monólogo de Ocrám, quien hasta había soltado unas lágrimas que se camuflaron en su cara. “¿Verdad que parece una señal?” “Ahí sí está la poesía tangible que mencionas” “Sí viejo, parece que la naturaleza quisiera hablarnos pero nos empeñamos en otras vainas” “Ese ciego no la tiene a la fuerza; ella lo ama y es feliz asistiéndole” “¿Cómo será el amor verdadero pana?” “Yo creo que el amor es mental y depende del estado de nuestra psique, lo que pasa es que la cultura occidental… ¿Qué opinas de mí como artista?” “Que eres muy humano” “…y tú eres muy artista”. Ambos estallaron en una risa loca, llamando la atención de los dos barrigudos que habían llegado a la puerta del Milagro dos cervezas atrás. Las gotas leves de agua ya no caían sobre sus cuerpos, pero las fotografías del universo se mostraban con más frecuencia, dándole misteriosos matices a sus morenas caras enrojecidas. La noche imperaba.
-Sí, Leunam, debemos afirmar
agregar a lo que falte
y no contradecir tanto.

Construir desde arriba, reforzando abajo…
“Toma viejo, te lo regalo, éste es el original, lo escribí pensando en nuestras etílicas conversiones”. Ocrám había llegado al punto de la ebriedad donde recitar se le hace una necesidad imperante, y Leunam, que no recuerda ni sus propios versos, le oye con sincera delectación “Hay golpes en la vida tan fuerte, yo no sé… No me mueve mi Dios para quererte… Hay que quemar el cielo si es preciso… Este pueblo es aburrido… ¿Qué hubo tipos? Una fuerza pa` los panas” Leunam se acercó al esquelético hombrecito borracho que había osado interrumpir el recital de Ocrám, y tomándolo por el cuello de la camisa y vete a joder a otra parte, chico, que estamos en vainas serias. El delgado bufón harapiento se fue tambaleando su cuerpo con rumbo desconocido.
-Ando como estresado broder, es que me han pasado tantas vainas, la oficina me tiene arto… Cómo quisiera dedicarme al arte, sólo al arte broder, y no tener que vaciar mi cerebro en esas campañas pendejas, diabólicas…. Además, todo ese ambiente me enferma, mucha gente bien, pero me siento más solo, chamo, de pana… es verdad, uno habla, se ríe, rumbea, pero en el fondo no hay filin.
-Mira Leunam, si no sufrimos no escribimos, esa es la fuente de nuestra sabiduría.
-No pana, yo sé que dedicado a la creación individual sería diferente… no te creas, Proust vivió encerrado en un cuarto y de allí emprendió su viaje En busca del tiempo perdido… es suficiente con el dolor que te propina el arte en sus vías. Yo sé que Proust sufrió su obra y quiero sufrir la mía, no las güevonadas de otros.
-Sí, pero el momento histórico es distinto, a nosotros se nos encomendó una vaina diferente a la de Proust.
-A veces me siento como perdido en este tiempo, Ocrám.
-Tú te quejas del mundo publicitario, pero yo, trabajando con ese gobierno de mierda, tan salvaje y excluyente, imagínate cómo me siento al darle la espalda a los ideales, claro, uno hace la trampita para no caer en sus juegos, pero… ah, cuando será que el Proceso acaba con esto.
El cielo tronó de manera indescriptible, haciéndoles dar un brinco y quedar petrificados, las espesas gotas de agua caían como bravas con la faz de la tierra o con ellos que no paraban de hablar. Corrieron a la puerta del Milagro y se refugiaron bajo el toldo colonial junto a la perra y los dos barrigudos. La calle se iluminaba algunos segundos después de cada estallido estruendoso y en pocos minutos un torrente de aguas negra bajaba a orillas de la acera con bolsas de papas fritas, cajas vacías de cigarro y toda la putrefacción del suelo. Los hombres de abultados abdómenes salieron corriendo refugiándose en los techitos de las casas contiguas a la licorería, y la perra decidió ir detrás de un pan francés que llevaba el arrollo. Ocrám pidió otro par de cervezas y a Leunam le pareció espléndido el olor a asfalto humedecido. El toldo les protegía desde la cabeza hasta las rodillas, pero ellos no notaron la humedad en los zapatos, hasta pasado algunos minutos. La intensidad del aguacero ocultaba el entorno, las gotas estaban tan gordas y unidas que formaban un velo blanco sobre el ambiente; ambos bebían y reían como locos hasta que los neumáticos de una camioneta que pasó desaforada, levantaron una ola de agua negruzca que les bañó por completo. Un par de “coñoemadre” retumbaron al unísono; acto seguido nuevas risas y más cervezas. Era domingo y ambos debían descansar para retornar a la vida real el día siguiente, y aunque ya el toldo no podía luchar con la intensidad del aguacero venteado, y el frío se agudizaba, y la medía noche había quedado atrás hacía dos horas y un cuarto, y sus casas estaban lejos, y el universo completo se confabulaba para que la jornada cesara, decidieron pedir dos más para prolongar esa comunión fraternal, ese momento mágico, que difícilmente encontrarían en sus elitescos mundos cotidianos de sonrisas prefabricadas, perfumes franceses y silicón.

Juan Manuel Parada
Agosto de 2004

Texto agregado el 17-12-2004, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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