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REFLEXIÓN FINAL CON EL RELOJ ESTROPEADO


Tic tac... tic tac... tic tac... tic tac...

Tina manchada de charquitos colorados con antebrazos abiertos en surcos carmesí. Ésta soy yo, pálida y desnuda, acompañada por una delgada dama vestida de luto que escucha atenta, mientras me pasa la toalla, mis caprichosas inspiraciones.

Me armé de paciencia y atajé el anhelo; esperé unos meses (esperar para continuar la espera) y después seguí esperando... Esperar... y esperar... fue peor, pero es... es, ¿o era...? ¡Pero no fue!

Entonces desesperé.

Es tan fácil inventar culpables, pero es complicado hacer que todo encaje divinamente. ¿Acaso no me ahorré molestias “cortando” mis trabas? Ahora tengo un caudal entintando el agua, remolinos cálidos, turbios manchones como nubecitas de atardecer en un cielo raso transparente, oscureciendo hacia un feo marrón. Marrón, feo marrón... no me gusta el marrón... pero sí los atardeceres de nubarrones salmones y bermellones.

Cómo desearía saber desligar unas cosas de otras, gozar más de la cuenta, no más promesas de caras felices ni aclarar tristezas, sólo ser un torrente de sensaciones para sentirme sutil y a la vez inmensa. Instantes llenos de sin-sentidos, que la duda tome lugar y mis ojos se hinchen colorados, con casualidades ciegas, pensamientos sordos, anarquía de impresiones, atajar a la gente y rebalsarme en ella bombardeando abrazos. Cómo desearía desencantos amargos bien saboreados y arcadas por tantos cariños a grandes cantidades.

¿Y por qué sigo deseosa? Deseosa de exprimir lo tan poco vivido, el recuerdo de lo poco vivido...

Mi última decisión ya no me convence, y es que me sigo queriendo... me sigo queriendo... me sigo queriendo... a pesar de mis ideas y cortes... y me sigo queriendo y me arrepiento... Me arrepiento porque doy cuenta que, aunque todo sea de artificio, más sentida se torna mi soledad... aunque ya no es soledad-solitaria, sino soledad-soy-única...

Y ni Dios mismo cae aquí: todo, las manchas, el tinte, lo húmedo y lo tibio, el miedo y el amor, el brillo y el guiño, todo es de mi creación; y mi gran condena, desde el momento en que existí y luego llegué a ser, ha sido mi libertad... es decir, un desastre, pero siempre mi propio desastre...

Entonces, ya algo extraviada, comprendo y reafirmo que me sigo queriendo... y me sigo queriendo... con todo lo que soy y me decían que era... y me sigo queriendo... y me sigo queriendo... (y algo perdida, algo extraviada, y algo mareada y perdida...).

Pero lamentablemente se me hizo tarde... se me coló la poca vida así, en un parpadeo, toda por el desagüe.

Ahora que te veo al pie de la tina, la dama vestida de luto, mi Muerte paciente y nublada, te noto sonriente por ésta mi insignificante existencia ya por acabar; y te pido otros sesenta, otros pequeños sesenta segundos... para terminar de sellar los recuerdos antes del gran invierno, para un escalofrío final o un silbido, para un cigarrillo o un abrazo, para una última queja o una cosquilla entre mis costillas, para una galleta o una dedicatoria en especial, para terminar un puzzle o desenredar dos cabellos rebeldes, para garabatear hojas amarillas o estallar un pudín, para tronar mis dedos o ver brillar la regordeta luna en el mar, para el último brindis o estrechez de manos, para reventar pelotitas de nylon o comer mermelada de frambuesa, para rascar la panza de dos cachorros mañosos o notar los mapas de continentes inexistentes en el techo descascarado de mi cuarto, para entregar una caricia final o escucharlo a él dando un suspiro (y que ese suspiro sea por y a través de mí), para contar los escalones que bajan hacia el salón o hacer hombrecitos de miga, para escuchar ronronear al angora del vecino o espiar hormigas entrando por la grieta del jardín, para quitarle su ropaje a una hoja de limón hasta dejarla en su esquelética silueta o saborear la chirimoya alegre... sólo otros sesenta, sólo otros ínfimos sesenta segundos...

Puesto que mi vida no es nada, entonces la quiero toda, toda entera, totalmente y en todos sus fracasos...

Puesto que mi vida no es nada, entonces te vuelvo a pedir otros sesenta, pequeños, de bolsillo, míos, desde mi cuarto de baño, otros sesenta segundos...

Otros más...

Otro tic y otro tac...

Nada más...

Tic y tac...

Tic tac...

Tic tac...

Tic...

Tac...

Tic...

Tac...

Tic...

Tic...

Tic...

T...

Texto agregado el 16-12-2004, y leído por 213 visitantes. (2 votos)


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