TUS CARICIAS
Me dejaste sola. Siempre dos días antes de cada ochenta y pico hacías lo mismo. Sin embargo, cuando se acababa el ruido y las burbujas, llegabas despacito y te sentabas a mi lado.
Fue esa noche en que todos bailaban y bailaban. Te pusiste celoso. Un joven que vos no conocías, giraba y giraba alrededor del patio llevándome en sus brazos. Apareciste de repente y asustada te grité. Ibas a pegarle al pobrecito.
Ese día empezaron a murmurar a mis espaldas. No creía lo que me pasaba. Yo hablaba. Ellos se reían. Yo hablaba. Ellos me parece que no entendían. Yo trataba de explicar y me contestaban absurdos incomprensibles. Yo hablaba y no comprendía porqué tanta gente desconocida trataba de darme explicaciones. Yo me enojaba, y ellos me gritaban. Se asustaban. Lloraban a veces aunque trataban de ocultármelo. Mis propios hijos me mentían.
Vos no me ayudaste esa vez. Aparecías durante la noche, cuando me dejaban sola, mientras yo me hacía la dormida. Con el mismo sigilo de siempre, entrabas despacito, te desvestías, te metías en mi cama, y allí empezaba mi fiesta. Envuelto en mis trenzas, enredada en tus olores, no había ladrillo que se cocinara más rápido entre mis velas camino de la ausencia.
Nunca cambiaste, desde el primero hasta el tercero o al octogésimo cuarto. Tus caricias nunca me abandonaron, de eso sí me acuerdo. Tus caricias, dos días antes, dos días después, todos los días. No importaba. Eran tus caricias, dos días antes dos días después. Dos años antes o dos años después. Tus caricias siempre tus caricias.
Me llevaron a una casa nueva. Tenía un jardín envuelto en malvones rojos. Un círculo de camelias blancas en el centro. Eran mis preferidas, pero ellos lloraban. Yo seguí sin entender nada. Me pareció que ellos tampoco. Solo pregunté si se había muerto alguien.
Me dejaron sola. No esperaron que me durmiera esta vez. Tuve miedo y te llamé. No viniste. Un desconocido me miró serio. Volví a sentir miedo. Me quedé muy quieta. Me hice la dormida otra vez, a veces pensaba sino sería para siempre. Un alivio. Pero volviste. Tus caricias me parecieron más frías. Tus caricias dos días después, dos días antes más cálidas tus caricias. Tus caricias siempre tus caricias.
Una ausencia llena de caricias encendidas. Un olvido enredado de caricias ausentes. Tus caricias apagadas. Tus caricias siempre tus caricias.
Silvia Haydeé García.
Este cuento fue publicado en el número 28 -año 2004 - de la revista LEA de Buenos Aires, Argentina, en una selección denominada "Cuentos cortos Silvina Ocampo". |