Invitaciones.
Por Julian Sorel
Por el centro de una gran habitación, repleta de gente en una animada fiesta, camina un chico de ojos grises. El lugar esta iluminado con luces de neón azules y rojas. Estos colores inundan el ambiente, donde suena música a gran volumen. Varias parejas felices bailan desenfrenadamante; a un ritmo constante, cadencioso. Muchos de ellos se gustan, casi todos se quieren, algunos no se conocen.
De las paredes cuelgan cientos de fotos.
En ellas se pueden ver las mas extrañas situaciones que se puedan imaginar. Rostros con bizarras sonrisas, miradas extraviadas, plantas carnívoras, insectos coloridos, animales desconocidos, personas desnudas en las más inverosímiles posturas; solas, en parejas y en grupos.
La música suena a varios ritmos en psicodélicas melodías, lo que genera un ambiente onírico y sensual. Algunas parejas se besan en los rincones, ignorantes del mundo exterior.
En el centro de la pieza, una chica joven baila con los ojos cerrados y sonrientes. Viste una malla y polera negras, calza bototos del mismo color, lleva calcetas rojas. Su pelo, sus ojos y sus labios están coloreados de negro, sobresaliendo maravillosamente desde el fondo de su pálido rostro. Sobre esta bella figura, lleva una falda de tul blanca, la que llega hasta el suelo meciendose al ritmo de sus movimientos. A modo de cintillo, lleva sobre el pelo una trenza de pequeñas flores rojas, brillantes, de plástico. Como aquellas que visten las niñas en nuestros recuerdos de infancia.
El chico de ojos grises se camina lentamente, observándola sonriente. Cuando está frente a ella, se detiene y baila sin quitar la mirada de esos ojos cerrados. Mira sus labios, sus aros, sus collares, su trenza. La joven siente la presencia, luego mira buscando hasta encontrar la mirada de océano que la quiere bañar. Sonríe pues le conoce.
Recuerda... un par noches en que lo encontró a las 5 de la mañana en un bar o en una fiesta. Muy borracha y cansada. Sola, los amigos se habían largado. El la había llevado hasta su departamento, la había acostado en su cama, sacado los zapatos y cubierto con mantas.
Se recordaba así, quedándose dormida, mientras él, recostado a su lado, le hacia cariño hasta dormirse también. A la mañana siguiente caminando juntos hasta su casa. Una despedida corta. No se habían encontrado hasta ahora.
Se saludan con la mirada, él se acerca a su oído para decirle:
- me encanta como te queda ese rojo y negro
Ella siente una ola de calor que le recorre el cuerpo, la sacude. Se siente confusa pero placentera. Un éxtasis de emociones.
- llévame ahora – le dice.
Buscan sus cosas y salen del lugar. Caminan abrazados por las calles oscuras de adoquines mojados por una lluvia reciente, sintiendo lo fresco de la mañana que se viene
- Fin-
|