Con nostalgia me despiertan los pájaros miserables y enfermos en la mañana. El viejo miró con desdén a través de su ventana y dijo -puta!- al ver caer blanca la nieve de tantos años en soledad y cubrió de nuevo el rostro con violencia y destapó los pies y dijo –mierrrrda- y se sento luego para taparlos ya temblororos.
Su odio por la navidad era algo explicable. Por ahora sólo quería pensar en el desayuno, en las caderas de aquella morena de la esquina que lo mira con lástima y que según ella es ternura mientras él desea romper su virginidad y destrozar su cuerpo con movimientos macabros como los de su juventud, pero ahora, sólo quedaba dejarse ver con lástima y deleitarse con la carne que exhibía aquel escote vulgar y caritativo para la vista del anciano.

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La calle 6 es la de siempre, pero a fin de cuentas, qué lugar no lo es? Basta ver aquel inmundo rogando por una moneda y a ese otro mirando el culo de su secretaria y reacomodando su corbata como haciendo un último arreglo antes de invadir a su presa. Nada que no hubiese visto antes, parado en cualquier parte del calendario y de la cuidad. Lo único que cambia es el modo de ver y decir las cosas. El color y la forma. Pero la escencia, esa permanece, se mete por entre los poros de la vida como los orines, como el frío, como la nostalgia y luego no hay quién la saque.
Qué más hacer con la vida, con la gente? Qué hacer con estos tres putitos que se clavan en el corazón del barrio? Paso por su lado y escupo con odio y con flema (odio por vocación, flema por circunstancia) a cinco escasos centímetros de su existencia, de sus cuerpos enfermos y horribles y balbuceo putos de mier..... y uno me reclama y entonces grito y digo putos!!! Cabroncetes de tres pesos, lacras inmundas, cerdos despiadados y sigo salpicando de babas y de odio a esos degenerados... claro, cinco minutos más tarde estaba con ellos en una mesa tomando una suerte de licor a base de no sé qué mierda que en realidad huele como a quita esmalte y que por cosas de la suerte no me ha dejado ciego. Ahí, en ese pedazo de tabla que antes fuera un tablero, también les dedico mis odios y ellos se rien y uno se lavanta de su silla y exagera su carcagada porque sabe que me ofende y me dice –viejito, estás perdido, perdido y muerto- y como muestra de vida descargo una bofetada en su calavérico rostro y sonrío al ver cómo su mano izquierda retiene la sangre de su mejilla derecha. –A ver si un muerto puede hacer que la sangre circule por fuera, puto!!!-
Salgo ofendido pero feliz, con el ego anciano pero inflamado, no crecido, después de ser lo que soy, el ego al igual que el falo no se eleva, simplemente se inflama de vez en cuando pero a esas alturas es más que suficiente.

Ya es de noche y escucho este melancólico bolero que tantas veces escuché en los burdeles más oscuros. Estoy solos en medio del llanto de un ebrio y la confesión de otro igual; al frente de un niño jugando a ser grande pidiendo dos copas y aferrado unas tetas ya cansadas y olvidado de todo, hasta de su triste caja de embolar y las canicas en la botella. Mientras tanto leo las cartas, una a una, y maldigo y me río y digo -mierda, es lo que voy a dar-...

Ya es de noche. Mis hijos se quedaron bebiendo y uno, el más pequeño, debe etar limpiando aún 'susangremisangre' de la mejilla. Saco del baúl este andrajoso trapo rojo de todas las navidades, listo para salir a las terrazas a gritar Jo Jo Jo mientras que los diblos de ocho años siguen pensando que soy una invensión de mierda.