Creó James su mundo paralelo.
Todo en lo que creía estaba en su interior, y éste era de cristal. Disfrutaba encerrándose en su cabezita, así podía conocer a la niña del portal que lloraba a la luz del sol, al asesino de mono naranja que emitía un estruendoso berrido en el descampado, y el grandioso rascacielos colmado de juguetes que alcanzaba los mil metros y brillaba en la estúpida noche de invierno.
James cerró los ojos y salió volando por la ventana a la recerca de un mundo semejante al suyo pero vacío y despoblado.
En el colegio no iba a ser diferente, mientras todos sus amiguitos jugaban y reían, James sonreía a sus adentros y forzaba la marcha a un lugar realmente paradójico, un lugar donde niños y niñas reían, cantaban y jugaban. Aquella mañana James se sintió realmente sólo y sin pensarselo dos veces rompió el cristal de la puerta de entrada al recinto y se sentó a observar con la esperanza de ver a sus felices y enamorados padres pasar cogidos de la mano por la avenida que se mostraba, y James los vió.

Nadie podía separlo de su madre cuandos éste despertaba aterrorizado cada noche por el monstruoso cerdo que pretendía deborarle, aún peor cuando el motorista accidentado temblaba colgando de un alambre clavado a su cuello.

Pero James aprendía, y la dureza de un espacio real evadía su mente a un mundo peor, lo cual le hizo entrar en delirios y enfermedad quizás no pudo soprtarlo más. De modo que no tuvo otro remedio que creer en sí mismo e iniciar la vida que no imaginó jamás. James despertó adulto.

Lean las "Las voces en salón".