“MI ULTIMO ENSAYO”
Después que derrumbaron los castillos,
que la zozobra se adueñó de los cuerpos,
cuando la multitud huyó del pueblo,
las heridas quedaron más expuestas..
Dicen que después de la tormenta
siempre llega la calma,
pero como duele mientras llega,
es muy larga la espera.
La tierra tembló aquel día,
la luz perdió su brillo,
la oscuridad nos tomó de pronto
nos enseñó el poder del temor.
Cuando derribaron los muros
se lanzaron los cohetes,
todos estaban dormidos,
en los brazos de Morfeo.
Hubo ríos de sangre,
rompecabezas de huesos,
la carne revuelta en los escombros,
los llantos ensordecedores.
Algunos despertaron
con el tambor de los cañones,
confundidos vieron el cielo,
ofuscándose por completo.
Las madres corrieron hacia sus hijos
para protegerlos, cantarles
tal vez salvarles,
esperando una mano del destino.
Los gritos y llantos no eran otra cosa
que fruto del pánico y el dolor,
la confusión, la angustia,
la impotencia..
Aquella noche había tantas luces volando
que las fiestas de año nuevo hubiesen deseado,
todos los petardos redoblando,
cada ves mas cerca, fuertes y aterradores.
Pasados los minutos o tal vez las horas
el silencio se fue apoderando del sonido,
la bulla y gritos se fueron apagando,
unos porque se fueron y otros porque callamos.
El pueblo indefenso ya se encontraba en ruinas,
la poca gente que sobrevivió salió a las calles
bañados en sangre, polvo y demás desperdicios bélicos,
aturdida, temblorosa, la multitud empezó a susurrar.
Siempre en alerta escucharon algunas risas,
hombres borrachos festejando
uniformados con el traje del terror y la muerte,
celebrando su abrumadora victoria.
Empezaron a ordenar los rehenes
a encerrarlos en galeras,
tratándolos como perros,
sin tener la más mínima clemencia.
La piedad no les fue enseñada a los tiranos,
empezaron los castigos y torturas
por placer y sin sentido,
extasiados por el sufrimiento ajeno.
Los segundos fueron eternos,
se contaban las muertes por minutos,
estando simplemente a la espera,
que llegará el crepúsculo a mi primavera.
Guardaba mi compostura con la esperanza,
que pronto todo acabara,
y regresar de nuevo a mi vida,
con mi familia, mi trabajo y fantasías.
Mientras más se alargaba mi agonía,
mas deliraba y me preguntaba,
¿qué hicimos?, ¿qué pasó?, ¿qué hay en esta tierra?,
¿por qué esta maldita guerra?.
Si en mi hogar solo había paz y armonía,
trabajo sudor, amor y un poco de hambre,
yo que odiaba las enfermedades,
ahora como extraño sus males.
Veo pasar a mi padre en brazos de gendarmes,
llevándolo a la enfermería o a su tumba,
me mira, no me habla y le miro y le entiendo,
es su despedida y me quiebro en mil pedazos.
Bom! Un disparo tras otro,
un grito en soledad,
ya nada será igual,
se llevaron a mi papá.
De pronto me quitan a mi niño asustado,
que llora al ver mi sufrimiento,
no comprende pero intuye mi tristeza,
se alborota a la media noche.
Despertando hasta el último rehén,
atrayendo de inmediato al pelotón,
comenzó a rugir el matón,
es lo último que recuerdo hoy.
Intuyo que la suerte esta echada,
la ruleta marca la extinción,
ojalá que estas muertes les sirvan,
para entrar en reflexión.
Seguramente habrán mas masacres,
por seres subnormales e irracionales,
encontraremos nuevas guerras inventadas
por caprichos económicos o de poder.
Mientras tanto mi pueblo convertido en cementerio,
mi turno ha llegado,
a rastras me llevan al paredón, y
sigo escribiendo en mi tiempo.
Vendado de ojos, oigo cargar los fusiles,
abro mis brazos para encontrarme con mis seres queridos,
olvidé mencionar que toda mi familia ya esta ausente,
que en mi delirio perdí parte de la historia.
Reflexiono, en este instante.......
¡mi Guatemala por favor ya nunca más!,
países hermanos dejen de pelear,
dejemos la violencia atrás.
Tiemblo, espero que jalen del gatillo,
pienso, se acabo el dolor,
perdón, este fue “mi último ensayo”,
ahora abren la puerta y todo se acabo.
Copyright. Julio Figueroa R.
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