Un cartel sobre la marquesina de la puerta dice así: “ARREGLAMOSTODO”, y más abajo: “Toldos, persianas, cerrojos, muebles, puertas, ventanas, ELECTRICIDAD, FONTANERÍA Y CARPINTERIA, y debajo: “HERMANOS RODRIGO”
La persiana metálica se veía cerrada desde hacía unos quince días. Los hermanos Rodrigo estaban en Puerto Rico trasladados por una empresa constructora a la que se habían adherido por falta de trabajo en sus talleres de Sevilla y Valencia.
Se dedicaban, mayormente en esta ocasión, a las casas particulares de jefazos, jefes y jefecillos.
Rodrigo, al que se le llamaba siempre por el apellido por ser el más mayor, sólo unas horas más que su hermano Juan, mellizos, era el especializado en montajes eléctricos y reparaciones de aparatos electrodomésticos. Juan tenía el oficio de ebanista, carpintero y Luis, el menor, aunque no en tamaño, era una filigrana poniendo tuberías y desatascándolas. Al trabajar juntos en las más de las ocasiones, los tres sabían de los tres oficios y del sabio menester de tratar con todo tipo de personalidades, lo que les confería no poca ventaja a la hora de llegar a tratos y presupuestos y a saber salir de las más variadas situaciones comprometidas.
Luis se encontraba tumbado boca arriba, bajo el fregadero de una cocina grande y bien decorada, trataba de arreglar una pequeña fuga del sifón. En la posición que tenía, su vista estaba cubierta en un 80% por las dos jorobas de las pilas de fregar y el 20% podía ver su panza y el techo de la cocina.
Estaba apretando una de las piezas con la herramienta precisa cuando por el 20% aparecen dos piernas de mujer andando a horcajadas por encima de su cuerpo.
- Señora, no abra todavía el grifo que esto no está terminado!- Decía mientras admiraba unas piernas de ensueño orladas por la sutil seda de una prenda de dormir.
Por toda respuesta, la joven señora apoyó, con levedad pero segura, su diminuto pie en lo alto de la cumbre del estómago de Luisito.
Por experiencia, sabía de las necesidades de algunas mujeres, no necesitaba demasiadas insinuaciones para pasar al ataque.
Soltó la herramienta metálica y acercó sus poderosas y sucias manos hacia la extremidad de la joven. Aferró su tobillo y tiró repentinamente hacia sí. Gritó contenida, pero cedió al impulso y flexionó las piernas. Mientras descendía con suavidad y lentitud
infinita, iba dejando ver la parte más alta de los muslos, el valle de los reyes, cubierto por una profusa boscosidad deliberadamente indepilada, carente de toda prenda de lencería fina.
Aún no había llegado a ver su rostro, cuando ya tenía asentada sobre la parte más blanda de su anatomía las nalgas de la dueña de la casa. Su parte se tornó dura en segundos y se vio demasiado preso bajo el fregadero. Comenzó un arrastre hacia delante con pies y brazos, a lo indio, hasta salir. Le vio la cara y sus manos volaron hacia sus caderas en un instante de atracción supina. La mujer sonrió como sólo una hembra en celo puede hacerlo. Cuantas noches de soledad estaban a punto de suturarse, cuanto desierto en la piel iba a recibir la bendición de una lluvia de besos y caricias, la feminidad sutil llena de delicadeza y de sensibilidad iba a fundirse con el hombre, el macho, la fiera hambrienta y seducida…
- ¿Cuándo llega tu marido? – lacónicamente jadeante.
- No vendrá hasta esta tarde. Tenemos varias horas por delante. – Apretando el pecho del fontanero.
Luis, en cetrería, soltó los halcones de sus manos. Amasando voluptuosidades, arrancando gemidos sordos y depositando plomo en los párpados de la mujer.
Comenzó un trote lento y rítmico bajo la amazona ensoñadora.
La fruta tropical licuaba su jugo. Aromas de papaya, mango y piña se hacían realidad y los rugidos ahogados del fontanero se confundían con los lamentos suaves de la gran señora.
En la casa del al lado, Juan el carpintero, de suave mano y arte consumado en la madera, se entretenía cortando unos gabinetes de cocina, de cedro aromático y palo de rosa. Hábil preparando la madera, no lo era menos en el complicado dibujo que le requería el dueño de semejante casa, un decorador de renombre, de suaves maneras y de hablar cadencioso y melifluo. De camisa rosa, pantalón ajustado, pendiente de diamante en la oreja izquierda y ademanes finos y estudiados, dejábale saber al artista de la madera sus ideas. Para ello colocó unos dibujos en la mesa e hizo que Juan se acercase para mostrarle los detalles de lo que deseaba. Al mismo tiempo, cada vez que podía, se frotaba disimuladamente contra su pierna. Entonces Juan, se separaba del decorador y así, poco a poco, le fueron dando vuelta a la mesa que servía de tablón de dibujo.
-¿Eres de Valencia, guapo? Le sugirió casi al oído en uno de sus arrumacos.
-Sí-Respondió amoscado Juan, aragonés de nacimiento. Pero sin muchas ganas de explicar interioridades a semejante plumón.
-¡Trabajas bien! ¡ guapo!- Volvió “Gino”, que así se decía llamar, a terminar la frase con un ¡Guapo! Que le sonaba a mierda al carpintero.
En una de esas, el famoso decorador se lanzó de pecho y tocó las nalgas de Juan quien, sorprendido, asustado y molesto, levantó el formón afilado que tenía en la mano y por poco se lo engancha en la cabeza.
-¡Cuidado! Que esto corta. Respondió alterado el carpintero. ¡No se te ocurra pasarme la mano de nuevo, que te hago la castración, si aún tienes las gónadas en su sitio, aunque no te sirvan para nada!.
-Perdone usted, lo que sucede es que hay una confusión. Por tomar la silla le he sobado otra cosa...- Se disculpó casi sin vergüenza ninguna, y le siguió mostrando lo que apetecía en sus gabinetes de cocina, cuando de pronto tocaron a la puerta.
Era Jane, hermana de Gino. Hermosa trigueña de ojos color de miel y busto desproporcionadamente grande. Venía en pantaloncitos cortos que dejaban al descubierto una piernas morenas, de piel suave.
Amoscado Juan, se dedicó a trabajar, pensando en la suerte que estarían corriendo sus hermanos en las casas cercanas.
El aviso de reparación llegó como urgente, así que Rodrigo tomó su maletín de herramientas y se dirigió a la dirección anotada. La casa estaba a pie de playa, enorme y preciosa, llamó al timbre de la puerta y abrió la señora del servicio.
- ¿ Es usted el electricista ? ¡ ya era hora carajo ! haga el favor de pasar, no sé que diablos sucede pero cuando conectamos más de dos electrodomésticos nos quedamos sin luz.
- No se preocupe que esto lo arreglo yo en un santiamén, dígame dónde se encuentra el cuadro de luces.
Tras recorrer varios pasillos, se despidió cortés de la asistenta y emprendió la tarea de reparar la avería, abrió el cuadro de luces y entonces
sintió un latigazo en el vientre.
- Me cago en la perra que parió a mi hermano Juan, y que me perdone mi madre, esto tiene que ser de la paella que hizo ayer, mira que se lo dije, no te orines en el marisco para conservarlo que es una guarrada, pero nada el muy cabrón no me hizo caso.
Con una mano en la tripa y otra donde la espalda pierde su honroso nombre tomó el camino del cuarto de aseo, de una patada abrió la puerta, sin preocuparse de poner el seguro, dejó caer los pantalones y los calzones, entonces un ruido parecido a la erupción de un volcán se hizo dueño de la casa.
Su cara quedó llena de placidez pero se le volvió inquietante al ver que aquello no se iba por mucha agua que tirara, para más inri escuchó a la
asistenta hablar con la señora de la casa que ya había regresado.
- ¡ Carajo, carajo y carajo ! a ver cómo diablos quito esto de acá.
- ¿ Se encuentra usted bien ? - preguntó la señora de la casa -
- No se preocupe que ahora salgo, vi una bombilla fundida y pasé aquí dentro a cambiarla..
Rodrigo empezó a rebuscar por los cajones, agarró un cepillo de dientes y comenzó a trocear lo que había sido paella el día anterior...
Agachado frente al inodoro, tratando de deshacer el submarino y sin subirse la ropa, la mujer quiso entrar para ver qué lámpara se había fundido y, al abrir, le dio con la puerta en las nalgas haciéndole caer de bruces sobre la taza... Los dos gritaron al mismo tiempo, pero por razones distintas. Se rehizo la señora del espectá-culo y le ayudó a sacar la cabeza del horrible agujero.
Las tres historias están en sus puntos más álgidos. ¿Qué les espera a cada uno por separado? ¿Se verán mezclados en alguna turbia circunstancia? ¿Tendrán que acudir en auxilio de alguno de sus hermanos?
No os perdáis el próximo capítulo de “LOS HERMANOS RODRIGO”
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