Claro, a la paloma le arrojas miguitas porque ¿Qué otra cosa te puede pedir una paloma? A tu gato le das su leche y a tu perro su consabido hueso, a tus hijos le entregas tu cariño, unos cuantos arrumacos y a la cama ¿Qué otra cosa te pueden exigir todos ellos? Pero a mí, a mí me lo darás todo, absolutamente todo y no te pongas límites en esa entrega porque yo dije todo y eso significa desmenuzar el sabor de tus besos, conocer la química de tus silencios, el fragor de tus abrazos y aquella sensual tensión de los músculos de tu boca cuando me dices: te quiero. Indagaré en tus latidos para reconocer la latitud de la entrega, la quimera dibujada en el fondo de tus pupilas y el titilar del deseo cuando, ya en el espacio oscuro e ingrávido, tu cuerpo rutile como una estrella más y yo te persiga con mis brazos ardientes y el deseo expandiéndose, siempre expandiéndose en esos universos siempre en fuga que son dos amantes. Seré un alquimista de tu cuerpo, un investigador sempiterno de la temperatura de tus volcanes, hollaré tus hielos y me arrojaré a tus inmensos vacíos porque sé que en el fondo de todo me aguarda un lecho de rosas. Ya lo sabes, despliégate mujer para mis dedos inquisidores, abre tus pétalos sedosos para que inicie mi consabida exploración, sesión litúrgica en que al final levantaré mi copa y bendeciré tus dones porque una vez más en la perpetuidad de estos encuentros beberé tu néctar y me fundiré con tus misterios…