"Es insoportable el espíritu militar en el mando civil” Simón Bolívar
Once y treinta de la mañana del miércoles 29 de Junio de 1966
Don Arturo Umberto Illia, el medico rural, ya no es presidente, Había triunfado “La Revolución Argentina” El militar Juán Carlos Onganía se hace cargo del gobierno; Ese mismo día desde Madrid, el Ex presidente y también militar Juán Domingo Perón expresaba al periódico Primera Plana: “El golpe de estado era la única salida para acabar con el régimen inútil imperante en los últimos tres años. Onganía es un soldado brillante y con el trabajo de todos los argentinos, el país podrá recuperarse en poco tiempo”
Una y doce de la mañana del martes 28 de Junio de 1966.
Mientras Illia firma una fotografía a un desconocido, hace su entrada el General Julio Alsogaray quien intenta arrebatar de la mano del mismo la fotografía que estaba sujetando, este fue el diálogo:
Alsogaray: Deje eso, permítame...
Illia: Cállese... yo no lo conozco. ¿Quién es usted?
Alsogaray: Soy el general Alsogaray.
Illia: Espere allí, estoy atendiendo a un ciudadano ¿como anda su hijo amigo?
Desconocido: Gracias doctor Ud. le ha salvado la vida
Alsogaray: Respéteme...
Illia: (al concluir de firmar la fotografía y saludar al hombre) Este muchacho es más que usted. Es un ciudadano digno y noble. (parándose intempestivamente, y dirigiéndose al general) ¿Qué es lo que quiere?
Alsogaray: Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe...
Illia: El comandante de las fuerzas armadas soy yo. Mi autoridad emana de esta constitución que nosotros hemos cumplido y Ud. ha jurado defender. A lo sumo, Ud. es un insurrecto que engaña a sus soldados y se aprovecha de esa juventud, que no quieren ni sienten esto; Juventud de mi patria que se verá privada por este acto de un ambiente de paz y progreso.
Alsogaray: En representación de las F.F.A.A. le pido que abandone el despacho.
Illia: Usted NO representa a las F.F.A.A., solo representa a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que como los bandidos aparecen de madrugada para tomar la Casa de Gobierno.
Alsogaray: Señor Presid...(rectificándose) Dr. Illia, lo invito otra vez que haga abandono de la Casa...para evitar la violencia...
Illia: ¿De que violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes en la República; yo he predicado en todo el país la concordia entre los argentinos, he asegurado la libertad, y no se han echo eco de mi prédica. El país les recriminará siempre esta usurpación.
Con este proceder, quitan ustedes a la juventud y al futuro de la patria la paz, la legalidad y el bienestar.
Alsogaray: Dr. Illia, le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos...
Illia: Mi bienestar personal no me interesa en absoluto. Me quedo trabajando en el lugar que la ley y mi deber me indican.(Subiendo la voz replica) Como comandante en jefe le ordeno que se retire!!!
Insurrectos RETÍRENSE...!!!!
(El General Alsogaray se retira con sus acompañantes, mientras Illia permanece en su despacho junto a sus colaboradores)
(A las seis de la mañana irrumpe otra vez en el salón la persona identificada como el Coronel Perlinger, quien a tres metros del presidente, le dice: En nombre de las F.F.A.A. vengo a decirle que ha sido destituido.)
Illia: Ya le he dicho al general, que ustedes no representan a nadie. Son una facción levantada contra la ley y la Constitución.
Perlinger: Me rectifico...en nombre de las fuerzas que poseo.
Illia: Traiga aquí esas fuerzas.
Perlinger: No lleguemos a eso
Illia: Son ustedes quienes emplean las fuerza , no yo!
(Perlinger y sus secuaces se vuelven a retirar. Siendo las siete y veinticinco se presenta personal de la Guardia de infantería de la Policía Federal y se ubica frente a Illia, quien los mira sereno a los ojos)
Perlinger: Dr. Illia su seguridad esta garantizada. Tendré que proceder...
Illia: Proceda, (y sin quitar la vista de los jóvenes soldados) pero a ustedes les dará vergüenza cumplir las órdenes que les imparten estos indignos que ni siquiera son sus jefes...
Perlinger: Basta... Usaremos la fuerza.
Illia: Es lo único que tienen, y sus hijos se avergonzarán de ustedes, de lo que hacen y mañana los señalaran por haber producido estas horas tristes al país!!!
Perlinger: Dos oficiales a custodiar al Dr. Illia, los demás avancen y desalojen el salón...que no quede nadie!!!!!!.
Once en punto de la noche del domingo 26 de junio de 1966
Don Ceballos, ordenanza de la Casa de Gobierno recibía un llamado telefónico de una persona que pedía desesperadamente un médico, en momentos en que el presidente Illia abandonaba su despacho para acudir a la reunión con los correligionarios que intentaban desarticular el golpe, que desde el ejército, el sindicalismo, y la prensa oligarca se estaba programando.
En el preciso momento en que el servidor informaba al desconocido de su error, el presidente requirió el aparato y preguntó:
Illia: Habla el médico ¿qué desea usted?
Rodriguez: Doctor me llamo Mario Rodriguez, ya he pedido dos veces la asistencia pública y no me ha venido, un vecino me dio este número, por favor si es usted el médico de guardia le ruego encarecidamente atienda a mi pequeño hijo que está sufriendo un fuerte ataque.
Illia: Tranquilícese y déme su dirección.
Rodriguez: (luego de dar su dirección) estoy desesperado gracias y que Dios se lo pague.
Illia: No agradezca ni se aflija, salgo para su casa.
Escabulléndose de su custodia personal y su edecán, subió a un taxi estacionado frente a la Plaza de los Dos Congresos y a pesar de arriesgar su seguridad y su propia vida, en horas tan aciagas, a los pocos minutos se encontraba en la humilde vivienda, atendiendo al pequeño infante que sufría un fuerte ataque de asma; Horas después enviaba un amigo personal a llevarle los medicamentos necesarios para la recuperación.
Al día siguiente Mario Rodriguez buscó en una pila de periódicos viejos y no tantos, una foto del presidente, no podía creerlo, había sido Él nomás, con sumo cuidado recortó la imagen en blanco y negro del salvador de su hijo y se aprestó a vestir para ir a pedirle un autógrafo, toda la mañana, toda la tarde y durante la noche esperó pacientemente, centenares de personas con lágrimas en los ojos desfilaron antes que él, cuando al fin llegó su turno, después de medianoche, se acercó agradecido, inhibido ante su presencia y al darle la fotografía se escucho una voz marcial que sujetando violentamente su mano decía: “Deje eso, permítame...”
|