Inicio / Cuenteros Locales / nazareno / dilemas existenciales en suicidios con caida libre
Considerando las diferentes posibilidades para acabar con mi vida aún no me he decidido por ninguna. No es fácil, no es fácil. Cualquiera pensaría que cuando uno tiene ganas de matarse se mata y listo. No es así. Yo tengo el inconveniente de que siempre me queda algo de amor propio y me es imposible suicidarme de alguna forma que implique martirio alguno. He descartado así arrojarme de cualquier edificio. De un edificio de importante altura no me arrojaría jamás porque estoy seguro de que a mitad de camino me agarra el arrepentimiento y si hay algo que no soporto, que detesto es la impotencia de no poder revertir lo hecho. Así que no, esa idea de ir a visitar a mi amigo que vive en un piso once y arrojarme en plena ronda de mates queda descartada.
Mi edificio es más bajo, es de tres pisos, pero arrojarme desde la terraza tampoco me convence. Sería algo tan fugaz que me parece demasiado simple para acabar conmigo, además quién sabe si uno siente el dolor del cráneo despedazándose contra la vereda. No he encontrado para que me conteste esa pregunta. Di con un pibe que se arrojó de un segundo piso pero dudo que evacue mis dudas porque esta más o menos vivo como una lechuga arrepollada. Frente a la posibilidad de cortar mis venas he llegado a la conclusión de que también me sería imposible. El hecho del corte en sí podría soportarlo pero después ese manar reborbotante de sangre me llevaría decididamente al desmayo y yo quiero estar vivo en el momento de mi muerte. Tampoco es cuestión de perderme el momento culminante. Claro, sería como ver una película aburrida y encima perderse el final.
Ni hablar de colgarme, primero que estoy un poco excedido de peso y dudo encontrar una soga que aguante mis ciento seis kilos sin desgarrarse y segundo que tengo tantas cosquillas en el cuello que jamás podría enroscarme el aro en torno al cuello. Cada vez que indago más en la búsqueda de un método suicida menos me convencen las formas de autoaniquilación. Inspirado en mi amada imposible Alejandra Pizarnik estuve analizando el hecho de tomarme algunas cientas de pastillas de somníferos, sería una dulce forma de morir, pero no tengo la plata para semejante cantidad de pastillas y pedir prestado tampoco me convence. Si me quiero matar por lo menos lo quiero hacer por mi mismo. Se me ocurrió por último arrojarme al río. Para esto no necesitaría piedra alguna pues nunca aprendí a nadar. Pero otra vez no me convence el hecho de que capaz que me lleva la corriente y no me encuentran nunca y yo quiero por lo menos un velatorio. Y si me encuentran seguro que voy a estar hinchado como un sapo y en mi velatorio quiero estar por lo menos presentable. Suicidarse no es cualquier moco ni es para pavos, es todo un dilema inclusive peor que un dilema existencial, así que he decidido dejar de lado esta idea que me obsesiona desde hace un tiempo para darle lugar a alguna otra obsesión con menos vueltas. Así sin pensarlo se me ocurren las mujeres. Pero pensándolo un poco las mujeres tienen más vueltas que los suicidios. No importa, por ahora dejaré pasar el tiempo, algo se me ocurrirá.
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Texto agregado el 14-12-2004, y leído por 320
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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15-12-2004 |
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Conjeturo que lo he leído pero puedo no estar en lo cierto. Es un buen ejercicio para esa prosa filosa que te identifica. Un desarrollo inteligente. Un alarde de humor fino, cosa que, e general, parece extinguirse. Tal vez por todo eso, es bueno leerte. Saludo. mariog |
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14-12-2004 |
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Puede ser que de tantos textos que existen en la pagina de los cuentos, me tope con uno que ya he leido??? naaaa... aca pasan cosas muy raras moderadores! Abin_sur |
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14-12-2004 |
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Ah, una republicación. ¡Pero siempre igual de buena! Quizá sea el mejor camino para quitarse la vida, pero puede también ser el más doloroso. Desleal |
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