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Recuerdo que era un Domingo caluroso, llegué temprano a la cancha, por lo que no tuve problemas para ser incluido en el equipo. Andaba con la caña mala, la noche anterior estuve en una jarana con unos amigos y me acosté muy tarde, debo haber dormido unas tres horas. Los del equipo contrario tenían fama de rudos, era cosa de mirarles la facha. El partido se veía peleado, lo cual quedó confirmado al comenzar el encuentro. El “pollo” quitó la esférica y me arrojo un pase al vacío, yo corrí tras el balón y cuando lo llevaba dominado en busca del arco contrario, me elevaron del suelo con una grosera patada. El árbitro cobró la falta, aunque las tarjetas brillaron por su ausencia, ya se le notaba el pánico que sentía por nuestros rivales. Pasados alrededor de 15 minutos del primer tiempo sucedió algo muy raro, un furgón de los pacos se acercó a la cancha por el lado del arco del otro equipo y en ese momento su arquero salió corriendo a toda prisa y se perdió por un pasaje de una población cercana. Luego se supo que el compadre tenía cuentas pendientes con la policía. El partido se detuvo por un largo rato, se armo un alegato sobre si correspondía cambiar al arquero por un suplente, una vez más el árbitro estuvo de parte de ellos. Al reanudarse el encuentro los roces fueron en aumento, tomando parte en ellos el público que se encontraba al borde de la cancha. El huevón del árbitro poco después no duda en expulsar al “caballo Zapata” por una falta sin importancia (un inocente codazo en la cara del centrodelantero contrario), así tuvimos que seguir con diez jugadores. Cada vez que me escapaba en velocidad con la pelota por el lado derecho, un barbón me gritaba cualquier huevada y en un momento que me encontraba parado me pegó un combo en la espalda, sin pensarlo dos veces me di vuelta y le conecté un puñetazo en pleno hocico. Se imaginaran lo que vino a continuación, se me olvidaba el pequeño detalle que jugábamos de visita, dar y recibir fue nuestra estrategia mientras retrocedíamos y nos dábamos a la fuga. El “pollo”, el “loco pepe”, el “tito” y el “huaso” recibieron la peor parte, pasaron varios días en el hospital recuperándose de sus graves heridas. Ese infame día deportivo decidí colgar definitivamente los chuteadores, sin embargo en ciertas ocasiones la nostalgia me embarga y pienso que el mundo del fútbol se ha empobrecido con mi abrupto retiro.

Texto agregado el 13-12-2004, y leído por 342 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-04-2005 Ta' bueno,che. Te invito a que leas uno mío con el mismo escenario futbolero y barrial victorio
29-12-2004 Muy bonito relato, lleno de olor a barrio. Alejandro_1007
13-12-2004 Me encanto este relato, " neorrealismo chileno", pienso lo contrario al anterior comentario, creo que se enriquece con los modismos chilenos, yo lo comprendí perfectamente, aquí le llamamos " pachanga" no es tan diferente verdad? y los golpes son identicos,jaja. barrasus
13-12-2004 una "pichanga" de barrio exquista. una narración muy bien lograda, amena y llena de detalles pintorescos y geniales. quizás el lenguaje confunda a lectores no chilenos, por algunos modismos nacionales ( como lo dije yo: pichanga, vulgar partido "amistoso" de población. zergio
 
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