Caía en la cuenta de que era diferente, ya que medir meridianos no solía ser afición de la gente. Miraba los mapas y descubría países donde no se hacían feos a actitudes extrañas y ella se sentía afortunada de tener un atlas, donde señalar las distancias entre los sueños y momentos que ella más deseaba. Bajando hacia el polo sur se encontraba su pasado y subiendo al polo norte el camino de sus sueños. Intentaba calcular como descubrir su futuro, si era posible cambiarlo y elegir el que fuera para ella más adecuado, pero entre raíces cuadradas, sumas, restas y operaciones complicadas, surgían tan solo números que la animaban a abandonar, la búsqueda de la extraña felicidad.
Pero ella medía y medía, sumaba y realizaba esas operaciones complicadas, y por más que lo intentaba, en su atlas sólo lograba, marcar pautas equivocadas. Siguió pensando e intentó mirar al hemisferio sur de su atlas, y recordando las anteriores operaciones de matemática avanzada, vio un pequeño, diminuto, halo de esperanza, no era más que una respuesta a su búsqueda frustrada. ¿Que tras su espalda los recuerdos la arropaban y frente a ella los sueños se burlaban? qué mejor que intentar resolver, la difícil ecuación de donde ahora se encontraba. Ni las líneas que subían hacia el norte, ni las líneas que bajaban al sur, escondían solución, sólo la línea que a izquierda y derecha se extendía tenía aquella ansiada respuesta. Y sin dudarlo más veces comenzó, a calcular la ecuación, de las medidas del ecuador.
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