La Piel de Irak

Ayer volví a leer a Curzio Malaparte
Y en “La Piel”, encontré a los niños del Irak.
El dolor era el mismo.
La miseria era la misma.
El horror y la tristeza, eran los mismos.
Las manos eran iguales
a las de aquellos pequeños Napolitanos,
que pedían - a los mismos soldados negros-
El mismo Pan, la misma sonrisa,
La misma Compasión.
Volví a encontrar la Desesperanza
unida a la Desesperación.
La claudicación por hambre,
La compraventa de carne humana
al amparo de las sombras.
Y sentí el mismo asco.
Y tuve la certeza
Que no puede haber un cielo
que cobije tanta barbarie.
Que no puede haber un Dios
en cuyo nombre se cometan
tales atrocidades.
Que se puede triunfar en la lucha,
Pero perder definitivamente La Paz.
Y que ganar en una guerra
Es - y mil veces será-
Una absoluta vergüenza.