“Y así crecí volando y volé tan deprisa ,que hasta mi propia sombra de vista me perdió”;
Joaquín Sabina me dio la oportunidad de reflejar mis 21 años a través de este verso, una noche de aquellas en las que solía tirarme a mi azotea para contemplar el firmamento hasta quedarme dormido.
Definitivamente, esos 21 años transcurrieron, en un abrir y cerrar de ojos...
Amanecí como siempre 20 minutos antes de las 8, hora exacta en la que entraba al colegio; algo impreciso, desorbitado, jaloneado y legañoso; por causa de algún sueño, que por lo general; solía tener en esos días y también por la violencia sonora de la garganta de mi madre.
Mientras me bañaba, cambiaba y desayunaba; siempre me imaginaba que alas 8 y 10 exactamente, estaría postrado ante el “tío” Martín encerando la vendita sala de O.B.E, labor que poco a poco; se vio íntimamente familiarizada a mi rutina de aquellos días.
8 y media, después de haberme perdido; como casi todos los días, la oración de la mañana;
secándome el sudor de mi extensa y panorámica frente, me dirigía por el segundo piso ala siempre recordada y temida aula del QUINTO AÑO “D”. Al entrar, no podía evitar ponerme de colores, por la vergüenza conchuda que sentía; a causa de las risas anticipadas del salón; hacia mi persona; y por la llamada de atención tan recordada del profesor : “ayyy Rodríguez...tarde como siempre”
Después de ese bullicio tan pronunciado, y el leve sonrojo de mi soñoliento rostro; pasaba a sentarme a mi respectiva carpeta. Todo cambiaba desde ese instante, ya que me esperaba un ser al que
quise, quiero y querré durante toda mi vida. Ese ser se llama Pedro, un nombre tan común y ordinario; para semejante persona.
El era pues, “el chochera”, “el brother”, “tu causa”, “ tu compinche”, “pata” ; jerarquizando el significado: tu mejor amigo.
A veces meditabundo, taciturno, otras veces insoportable y casi siempre alocado, desfachatado; sumamente tedioso y aplicado con sus estudios, es decir; extraño al 100 por ciento, pero siempre estaba ahí.
En el colegio, gracias a Dios; siempre tuve varios hombros en donde podía moquear, la verdad es que son muchos y me van a tener que disculpar...es que me da flojera ponerlos a todos ja!.
Eran algo así como “los caballeros de la mesa redonda”, colegas de innumerables aventuras y milongas bohemias , que por efectos del alcohol; de algunas no me acuerdo.
Con ellos aprendí muchas cosas, y muchas cosas aprendieron de mi. Creo que vivimos la vida muy desenfrenadamente, siempre íbamos a 1000 por hora; y por eso nunca nos pudieron alcanzar.
Por otro la estaba esa cosita, ese morbo, ese escarapelado de piel que todos los adolescentes padecen a esa edad: “el amor”. Con respecto a mi, hasta ahora nunca supe a ciencia cierta y con certeza, si esa enfermedad destruyó mi organismo... mi corazón para ser mas exactos. Creo haberlo sentido levemente, muy levemente; pero no a plenitud.
Hasta ahora, en el fondo, muy en el fondo de mi; mi otro yo quiere sentir esa sensación , pero el obstinado de Luis no lo desea aún.
Por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo, más de un beso me dieron... y más de un bofetón. Recuerdo una vez, fue una fiesta que hizo mi colegio por su aniversario. Previamente, antes de entrar; mis secuaces y “yo”, nos tomábamos el buen “roncito” para entrar “sazonados”, como se le dice; ala respectiva fiesta.
Ya algo “chapositos” y alegres, por el efecto de ese “elixir” de la vida; entramos ala fiesta, armados hasta los dientes de cigarrillos. Adentro encontramos a unas amigas que “nitro”(toño) conocía. Después del besito cordial, hasta la penúltima chica;
me quede, en un estado de “chock” cortísimo y pude reaccionar a tiempo para saludar a ella; "la ultima de la fila".
Se llamaba Brunela, nunca la había visto en mi vida, pero algo me decía que en algún lado la había visto; no fue en esta vida, de eso estoy seguro...
Tes. Blanca , caballo medio castaño, ojos color caramelo si recuerdo bien; en fin, muchos rasgos voluptuosos que no pasaron desapercibidos ante mis ojos. Creo que ella sintió algo cuando la quede mirando, ahhh!!! nosé!!; no estoy seguro.
La cosa fue, de que congeniamos muy bien; durante dos escasas horas entre el bullicio de la gente, la música, el humo y las chelas.
Yo, ya estaba medio ebrio; ella también. Me comencé a emocionar y excitar, al ver que brunella; no aceptaba bailar con otro que no sea yo. Y desde ahí, comenzaron a fluir ideas algo morbosas en mi voluminoso cerebro. Salimos a bailar nuevamente, la verdad creo que confundí las cosas o las malinterprete, nose!!!; la cosa fue de que le propuse algo, que yo; estaba seguro que iba aceptar. Pero me equivoque, ni bien termine de hablar, me miro a los ojos fijamente, dejó de bailar, yo deje de hacerlo también; y de pronto... sentí dos manos en mi rostro, que jugaban con mis cachetes algo así como “Rocky” cuando entrenaba.
Me quede atónito y perplejo ante su reacción, se fue; me dejo solo en la pista de baile, y nunca mas regresó. Quede como un perfecto idiota ante todos, pero como estaba ebrio; no importo mucho en ese momento.
A mis 21 años, he podido comprobar que las mujeres son muy especiales; son unas criaturas magníficas, perfectas; pero sumamente indescifrables.
De pronto, sentí algo húmedo que rozaba mi cachete; abrí los ojos, un poco pegajosos y legañosos; era DAMIAN, mi rothwailer de tres meses; que me estaba haciendo el amor con su babosa lengua.
Lo cargue, lo acaricie un momento; y le dije: “la fregaste perro del demonio”.
Alos 5 segundos después, volví a escuchar; el siempre recordado y espantoso grito de mi madre. Nunca cambio, siempre tuve el mismo chillido; algo así como: “Luis!!!!!!!!!”
En fin, me levante del suelo polvoriento de mi azotea; desconecté el discman, saque el disco de Joaquín sabina, lo puse en su cajita con mucho cuidado, apague la luz de la azotea y en medio de la oscuridad de la noche,y del inmenso bosque de estrellas que alumbraban allá arriba ; me dije a mi mismo: “algún día terminaré mi sueño”
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