Infausto asidero de pasiones inconclusas
con gusto a odio oxidándose,
lleno de virtudes que enferman
y muertes lentas y dolorosas.
Es también de deseos agrios
el sonido agudo de unas cuerdas
cuando se tensan y son música
rodeando mi cuello en los últimos hálitos.
Me queda tu risa arañando el fondo,
mi debilidad dibujando tus paredes que se derrumban
adivinando el olvido furtivo, simple y amarillo
que asfixia nuestro solitario instante al viento.
De la nada sus gustos.
De la tarde sus lágrimas.
De los besos sólo uno:
El que hirió la piel de mis labios.
Escribe de una vez las últimas líneas del epitafio.
Cierra todas las ventanas para que no entre la agonía
de mi somnoliento amor reclamándote
la caricia ausente que me mantendrá suspendido en el tiempo.
Texto agregado el 11-12-2004, y leído por 125
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
14-12-2004
Exquisitamente doloroso... Desgarrador y muy bueno. Mis humildes estrellas. Laurel
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