De un pájaro nacido de la naturaleza olvidada
una pluma cae para que se consuele un poeta
de tanta penumbra amarga que soporta la vida
sabiendo aún que no podrá dejar de escribirle a la muerte.

La pluma no sabe y por más que trata no entiende
porque las manos de la paz jamás han sido estrechadas
y se quiebran dedo a dedo en una guerra con nombre de sangre.

Y mientras busca el motivo, observa al mundo en su noche más amarga.

La muerte avanza con su ejército de tumbas
con su mano terminada en punta que busca hombres
para cortarles el alma triste que no pudieron encontrar.

La pluma se extravía en si misma en busca de un por qué.

Una anciana cansada de mirar cierra sus ojos doblados,
un niño sin niñez se consuela bajo una lluvia de calles,
una mujer botada roza la cara de un amado desahuciado,
un condenado a cama observa el galope de un caballo,
todo lo vivo pareciera estar muerto.

Ante la ola de muerte, la pluma busca el secreto del sentido
y regresa a la paloma para enfrentar las lágrimas de niño
regresa a su pasado de pájaro con un ideal en su alma de escritora
y sobrevuela el desierto amargo que se ríe de su vuelo
para buscar la palabra perdida que se olvido en la boca del mundo.

Entre tantos gritos de niños y tantas tumbas, se pierde y flaquea,
entre las sombras del mundo busca una luz que palidece a cada momento,
y llora eternidades, llora sangre de pobres y sudor de mujeres cansadas,
pero aún se mantiene en vuelo, buscando el sentido y la conciencia.

Acoge a los muertos recitándoles versos de pureza que hacen vivir de nuevo
le demuestra a la anciana que los ojos se cierran cuando ni hay que mirar
busca refugio para el niño y le regala pétalos de infancia
le muestra a la mujer la cara de la vida y el recuerdo de su amado
y le enseña al condenado a correr con la palabra.

Pasa la vida del mundo acariciando corazones y consolando moribundos
con un cantar de amor revienta las campanas que llaman al silencio más profundo
pero en su vuelo reconoce que el hombre agota toda esperanza de su canto
con cuchillos ensangrentados que corren junto al silencio de la desesperanza.

Pero aún así, lucha en su próxima agonía, que llega a reclamar su justa parte
porque las alas se cansan y su vuelo decae.

Y en la noche de su despertar, que le demuestra que cuanto vivo muerto está,
se da cuenta de la verdad, que nace de su muerte próxima a llegar,
y en su último aleteo, la pluma cae para escribir a la vida un juicio de sentido:

“Aunque el hombre quiebre los dedos de la paz a cada momento
aún se puede entonar un canto de unidad y hermandad,
que valga mil muertes por ser sólo una verdad”