Arde el cementerio de mis flores, y un pájaro saquea mi último silencio.
Dentro de la selva ventral, de la estepa casi brillante de una piel, florezco.
Dirijo mis pasos, materializo un sueño bosquejado. Pinto, como nunca, en el aire.
Soy libre en el tiempo y el espacio. Imaginario. Hijo prodigo del naufragio.
Habito el polen impalpable de una muerte sin pétalos, de maderas gitanas.
Recorro la vida con los labios, desahuciando ciudades pobladas de azúcar.
No tengo mas letras, ni palabras, ni silencios. Pero hablo, con la vida, conmigo.
Plexo solar relleno de castillos, arenas violetas, fuegos huérfanos de oxigeno.
Me incendio, en mi sitio, en las manos de mi nombre. Te busco, oasis, te busco.
Seis gaviotas mojadas acuden a mi encuentro. Me besan los ojos.
Me siento en el rellano de un templo sin puertas, donde mis dioses juegan a morirse.
Espero, lejano, el color indecible del sol, la necrópolis despierta.
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