Dos ovejas en la colina verde un dia de sol a media mañana recorren los senderos, prestan atención a los prados que atraviesan, y solo pretenden saciar su hambre. Cada minuto su desesperanza aumenta, cada vez tienen más hambre pero, que está ocurriendo, ¿Acaso no están cruzando el gran campo abundante?Abunda el alimento!pero ellas no se detienen, siguen explorando.
Oh Dios! Una comienza a desesperarse, ¿Tiene miedo de no saciarse? La otra, la más lanuda se deja arrastrar, y pronto comienza a quejarse igual. Avanzan, y avanzan, y siguen avanzando, pero el prado es inmenso y a cada media distancia no deja de multiplicarse la hierba, una hierba que roza el súmum de la delicadeza, su fragancia es fragancia, y el olor a mojado turbaba sus mentes. ¿Porqué iba a a turbarlas?!¡Es lo que querían! Tienen tanta comida como desean ,pero comienzan a desesperarse, ..que sería de ellas en las proximas horas..
A mitad del sendero contiguo al pinar junto a la fuente de la que habían partido iban a recibir visita de una dama joven, vestida con túnica blanca, fajín blanco, de cabellos blancos, ojos blancos y piel blanca. Ésta llevaba observando a las dos ovejas desde que sus cuerpos de animal podían distinguirse a lo lejos en el claro y azul día de sol. Pero cuanto más se aproximaban a ella más oscuro se tornaba el cielo, las hierbas mojadas por una lluvia torrencial la noche anterior comenzaban a mezclarse con un fango sucio, y el camino dejó de ser arenoso y fino para convertirse en una maltrecha via de tren con piedras que difícilmete permitirían el acceso de cualquier máquina que remotamente debiera existir, pues hacía mucho mucho tiempo que no se sabía nada de los hombres. - Deteneos ahora y regresar al prado, vuestro prado, donde no encontraréis otra cosa que pasto y tranquilidad.- eso fue lo que dijo la figura tenebrosa, que pese la distancia que los separaba su voz era clara y nítida como si estuviese allí junto a ellas atravesando aquel camino de guijarros enfangados y malolientes.
Pero ellas, eran ovejas, animales, no pueden entender las palabras porque no tiene entendimiento, o uso de razón, sólo sabian quejarse. -DEteneos, pues akí ya no hay vida, solo yo y este campo negro, del que no podréis escapar si os adentrais más.
Las ovejas continuaron el camino, sin detenerse, solo gimoteaban. Fué entonces cuando la tormenta estalló y La Dama que vestía de blanco se esfumó sin más. Finalmente el hambre acabó con sus vidas y minutos después sus carnes se secaron.
¡Qué triste final para todos nosotros! |