Carta cardiaca.
OH amada mía no te asombres por la carta
Que has hallado durmiendo sobre tu cama.
Es mi corazón diluido en tinta y tejido sobre papel.
No lo abras si acaso vas a cerrarlo,
Y si lo haces ciérralo lentamente, con dulzura,
Y no como acostumbras a hacerlo con la misma
Rabia con que las cascadas tratan de robar el polen de las piedras.
No le dobles las puntas,
Como maniática y sutilmente lo haces con tus cabellos.
No la vayas a usar para arropar
Alguna taza de café hirviendo.
Si quieres, simplemente llévala dentro de tu bolso,
Así algún día que llueva
Podrás usarla de paraguas,
así de alguna manera
sabré que siquiera del agua puedo protegerte.
Si te haz cansado de leerme,
lánzame a ese antiguo baúl
donde aun ingenuos se encuentran columpiándose
los viejos poemas que te he enviado.
No lo analices como lo haces con mis manos,
¡no me ofendas!.
Ábrela y léela como quieras, al revés, al derecho,
sin mirarla, en regiones, o completa,
o simplemente lee una palabra antes de dormir,
así por lo menos,
como rompecabezas, te iras llenando poco a poco.
Seguramente la embalsamaras con tu sonrisa
Y la inmortalizaras con tu mirada,
Y ella, inmóvil, despertara de su doblaje cuando quieras
Para dejar entonces que hable mi corazón.
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