Sábado, ocho y media de la madrugada que dirías tú... He tenido una noche inquieta en la que he vuelto a echar de menos todo lo que no tengo. Por eso, y amparada en la seguridad que me da el hecho de que no me conoces, de que no te conozco, de que no podrías acudir a este llamado aunque quisieras, me atrevo a hacerte esta pregunta.

¿Quieres hacerme el amor?

Si es así, empieza por mirarme como si yo fuese lo más hermoso que has visto nunca, pero mírame solo a los ojos, porque ahí es donde radica todo lo que soy y el motivo por el que te estoy escribiendo esto.
Acércate y toma mi cabeza entre tus manos y bésame como si fueses a morirte si no compartes mi aliento. Déjame que te abrace, que por unos momentos me ancle a tu cuerpo y seas ese lugar donde cada día sueño con llegar.
Y tú abrázame también muy fuerte para que ni uno solo de mis demonios encuentre un lugar para instalarse entre tú y yo.

Desnúdate...desnúdame...y recorre mi cuerpo – hasta ahora árido desierto – para convertirlo en nombre de este amor inventado en un hermoso vergel.

Hazte dueño de las dunas desamparadas de mi pecho. Acúnalas entre tus manos y dales vida. Agárrate a ellas como si fuesen lo único que impide que caigas al vacío.

Sigue explorando mi cuerpo. Te doy permiso para que entre sus imperfecciones busques todos mis tesoros. Yo me dedicaré a hacer lo mismo con el tuyo.
Te voy a adorar como el Dios en el que te has convertido en estos momentos. Un Dios con el poder suficiente para desterrar a la soledad.

Y no dejes de mirarme a los ojos. Déjame ver como disfrutas, al igual que yo de esta mentira. De esta breve tregua que le he pedido a la realidad.

Y sin dejar de mirarme, entra en mí... así... despacio... déjame disfrutar de la sensación de que ya no hay ningún espacio para la añoranza. En este momento, en estos segundos, tengo todo lo que quiero.

Déjeme besarte para que entiendas mejor todo lo que no te voy a decir con palabras.

Estamos ganando, mi desconocido amigo. Siento que toda la tristeza, todo el dolor, toda la soledad, se están licuando dentro de mi cuerpo y luchan por escapar. No les gusta nuestro calor, nuestro sudor, nuestros gemidos. No les gusta esta mentira.

¡¡Ya se van!! Salen en un orgasmo glorioso que sacude todos los cimientos de mi cuerpo. Sé que volverán, que no se van a ir muy lejos, que se quedarán cerca de mi cama mirándome resentidos por este pequeño desaire.

¡¡Pero qué más da!! Por ahora vamos ganando.

¡¡No!! No me sueltes...aún no...Yo sé que ahora viene la parte menos divertida para ti. La parte en la que fingir se te hace más tediosa. Pero no dejes de abrazarme. Quédate un poco más, hasta que me duerma. Y así cuando por la mañana despierte con todos mis enemigos montando guardia bajo mi cama, podré preguntarme por un momento, si fuiste sueño o realidad.

Pero solo hasta que mi cuerpo dolorido me dé la respuesta.

Después....bueno...después está muy lejos todavía. Porque por ahora soy una reina implacable que mira a su soledad con altivez. Ya caerán mis defensas, ya volveré a ser sitiada y derribada sin piedad.

Pero hoy...hoy he ganado.

Hay guerras en las que ganar una sola batalla, merece la pena.