Los Tres Autos
Como todas las mañanas Fleiton se dirigía a su trabajo acostumbrado a salir con el tiempo justo y necesario como para llegar entre 10 a 20 minutos atrasado.
Esta vez estaba un poco desesperado ya que a las nueve en punto tenía una reunión.
Afortunadamente se encontró con un colectivo que venia sin pasajeros; esto le gustaba ya que podía irse en el asiento delantero ,es decir , al lado del chofer sin las incomodidades de irse sentado en los asientos traseros soportando todo tipo de pasajeros: algunas veces sentado al medio de dos viajas regordetas o entre dos hombres cada uno con las patas mas abiertas que el otro, en fin así son los viajes en colectivo.
Se alerto el que el auto fuese sin pasajeros y tan apurado. Al poco rato se dio cuenta de que el apuro solo era por que delante de el iban más vehículos que le estaban quitando pasajeros.
Se puso un poco incomodo ya que generalmente si no sube ningún pasajero más el colectivero simplemente te devuelve gentilmente el dinero y te deja en el lugar en que ya no existen posibilidades de tomar otros ocupantes.
La suerte hasta ese momento para Fleiton era buena, el chofer gentilmente le toco la bocina a un colectivo que acababa de adelantarlo y que sólo le restaba un pasajero para completar su carrera.
Sin dilaciones Fleiton subió al segundo colectivo y este iba aún más rápido que el anterior.
Ya en la autopista la velocidad fue excesiva pero buena para nuestro personaje debido que como de costumbre iba con el tiempo justo para llegar a su reunión.
Al parecer la suerte ya estaba echada, Fleiton casi dormitando empezó a sentir un olor a gomas quemadas, esto lo alerto un poco y abrió los ojos dándose cuenta que en el costado del asiento delantero salía humo, humo que el idiota que iba sentado en éste no se había percatado.
Fleiton ya se imaginaba que en medio de la autopista y en un auto con problemas ya no llegaría temprano a su trabajo puesto que el chofer ya se había detenido abriendo el capo del auto para ver que se quemaba.
Se devolvía hacia el interior del auto y sin mayores explicaciones y sin mayor conciencia de por lo menos llamar por su radio de onda corta a alguien que lo auxiliara a El y a los pasajeros, éste sólo se limito a la devolución del dinero a cada uno de los pasajeros.
Recordemos que es una de estas autopistas de moda y no hay forma de salir salvo caminar hasta encontrar una salida.
Ya bajo el auto y con el temor de ser atropellado Fleiton empezó a caminar deteniéndose en algunas instancias de tiempo por dos motivos : para ver la posibilidad de hacer dedo; para descansar por problemas físicos; afortunadamente un tercer colectivo le toco la bocina y se detuvo unas tres cuadras desde donde estaba.
Esto le costo un gran sacrificio debido a que tuvo que correr por la berma de la autopista con el miedo de que lo fueran a atropellar más el desgaste físico para una persona con grandes rasgos de obesidad.
Le llamo la atención el hecho de que este colectivo no llevaba pasajeros, esto no lo incomodo, solo le causo curiosidad.
Siguió en el tercer auto con destino a su trabajo cuando escucha de parte del conductor el siguiente dialogo.
- Papa, Papa, hoy me fue bien estoy libre!! , el abogado logro sacarme de la cárcel a través de un artilugio legal, ya no soy culpable de ese maldito hombre destripado.
No sabes la alegría que esto me provoca, cumplí mi deseo de destripar al quinto obeso de está maldita ciudad ¡!.
Fleiton miro de reojo y un poco desconcertado y asustado al chofer, dándose cuenta de que éste no hablaba por teléfono ni por radio, hablaba solo.
Los últimos minutos de vida de Fleiton fueron desgarradores y crueles, sólo alcanzo a ver el rostro del conductor quien seguía hablando solo y con una mirada penetrante hacia el camino.
Lo último que alcanzo a ver Fleiton fueron los ojos enrojecidos del conductor quien en su mano derecha sujetaba un gran corvo destripador.
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