Bajo la helada aurora de aluminio
con esperanza desde el horizonte fluye un sol intacto.
Pondré mis pies sobre gradas, sobre
una aleación de sangre,
arcada de oro,
suspiro tremolante;
silencio augusto con melancolía de clavicordio.
Trinos prismáticos:
dulces vahidos de la madrugada;
reposantes,
ensortijados como blandos vermes dentro de mi estómago.
Huevos y gozos secretos,
ansias y ramitas verdes prendidas a mi garganta.
El cielo luce dorado, con sabor a trompeta.
Tengo sólo un agudo sentimiento de Dios
alentando con ternura sobre las cosas creadas
delgadas espumas en metamorfosis.
Madrugada: nido, marsupia,
matriz suave,
el sol te desenvuelve y abre
rosadas mucosidades,
pezuñas,
nervios finos,
escamas rielantes,
piel, carne delgada,
suave pelusa, esquirla membranosa,
íntimo roedor, garra delicada;
cuya ancestral lujuria
sacude mi corazón no civilizado,
celoso de su semejanza,
para siempre en guardia
contra alguna estrella demasiado remota
del espacio despiadado.
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