Frente al espejo


Siempre hacia lo mismo, siempre. No existía ni un solo día en el que alterara esa especie de ceremonioso ritual en el que se trasformaba el simple hecho de leer una carta.

_ Yap - decía, mientras tomaba el sobre por el borde superior derecho con extrema meticulosidad para, posteriormente, proceder a dejarlo con nerviosismo sobre las tablas de la mesa.-
_ Ufff -suspiró- vamos a ver que dice. – Pasó su tosca mano de mujer de campo sobre el papel sucio y la estampa. Alzó su diestra en dirección al cuchillo y procedió a rasgar con simulada calma el doblaje del papel. Levantó la pestaña y observó con ansias el interior… mientras balbuceaba…
_ Cuantas hojitas… cuantas hojitas… mmmm… cuant – Dejó de hablar. No supe porque en ese momento, pero ahora aquí me doy cuenta: había sólo una hoja dentro del sobre y este pensamiento detuvo su accionar un par de segundos.
Reanudó lentamente el proceso desarmando los doblajes del papel. Como era habitual, al ver la cara escrita de la plana cerró los ojos y se los fregó, como en un gesto de afinar su visión. Siempre hacia eso… siempre.
Inició la lectura…

“Querida Javiera:

Sinceramente espero que al momento de recibir esta carta te encuentres muy bien.
Bueno, las cosas por aquí, amor mío, no han cambiado mucho. La guerra continúa y más arduamente que nunca.
Anteayer llegamos a territorio enemigo y nos enfrentamos a dos regimientos de blindados en zona desértica. Gracias a que Dios esta de nuestro lado ganamos la batalla y, en los próximos tres días, llegaremos a su centro de operaciones para realizar un ataque sorpresa que termine de una vez por todas este conflicto.
En cuanto a mi, todo ha estado bien. De lo único que he sufrido estos siete meses que no te he visto es de extrañarte más que a todo y de amarte a cada instante mucho más que el segundo anterior.
Si todo sale bien dentro de los días siguientes la guerra acabará y estaré a eso de un mes en casa para que, de una vez por todas, nos pongamos en campaña para tener aquel hijo que tanto hemos soñado.
Bueno, lamentablemente no dispongo de mucho tiempo, así que debo dejarte. Te enviaré una carta al momento de saber la fecha de mi regreso.
Se despide amándote como siempre… Antonio.”

Un largo suspiro y unos ojos húmedos me insinuaron que había finalizado la lectura.
Introdujo la esquela dentro del sobre y se levantó, siempre dándome la espalda, en dirección a la ventana. Hizo a un lado la precaria cortina y miró afuera…

_ Ojalá y vuelvas pronto – expiró; y silenciosamente apoyo la cabeza sobre el vidrio húmedo por la fría noche. Mas sus pensamientos no duraron mucho pues el fuerte sonido del teléfono llamando la hizo volver a la realidad. Se dirigió con prisa hacia el y contestó:

_ Aló.
_ Aló… estemmm… buenas noches… hablo con la señorita Javiera Bustos?
_ Si… dígame?
_ Señorita… estemmm… bueno… soy del departamento de infantería del ejército. Lamento informarle…

Dejó caer el teléfono y sus rodillas se derrumbaron directamente al suelo.
Por el gesto de nerviosismo e impotencia que hizo me di cuenta que le habían informado de mi muerte.

_ Nooooo!!!... nooooo!!!… Porqué tú, amor mío… porqué tú?!!! – gemía fuertemente con el rostro perdido.
Sentí unas ganas inmensas de consolarla y que me escuchara, pero por más que levantara la voz ella no me iba a oír. Yo ya no pertenecía a este mundo.


Se repuso costosamente luego de unos minutos y levantó su figura dirigiéndose hacia el espejo.
Cuando llegó frente a el se quito el poncho y dejó entrever su vestido floreado. Arrojó la tela al suelo y se quitó las lágrimas de los ojos con ambas manos para luego limpiarlas en su vestido. Dirigió la vista al espejo y se preguntó sollozando…

_ Por qué no se lo dije?

La miré en silencio, como tratando de comprender el porqué de sus palabras. Me acerqué a su lado y vi como su mano izquierda frotaba con ternura y tristeza su inflado vientre.

_ Le pondré Andrea amor… tal como tú querías – concluyó, mientras una lágrima rodaba por su mejilla.-