Aquel tipo buscaba su sentir,
No había forma de explicar si ellas.
Las doce lunas caminaban
y el tercer mes aclamaba pecado concebido.
Las otras gotas de lente tartamudeaban de hielo,
sentidos entrelazados,
que no tenían miedo,
pero si temor.
Condición ídem potente en las manos de un niño,
que pese al frío fuego
de vuestro Ícaro embalsamado,
escuchará palabras ámbar,
que sin vergüenza
refractará
mi loar.
La imagen invertida del damasco
cogía el fractal de luz
hundido por un profundo vendedor.
Cambiaba sus uni/versos por botellas,
mientras su dedal de tinta,
hilaba a los mencionados muertos...
P/referente a tierras,
embestía su cuerpo con preciada plata,
dando tono al réquiem
siete lunas.
¿Por qué has de vender hebras versadas?
Pues hísole al llanto
Alguno que ha negado tres veces
Al cielo escarlata.
Así cae el telón, envuelto en hipocresías y dudas. A veces releer para comenzar a leer, da cuenta de sapiencia y sabiduría, pero ahora debemos preocuparnos pues la subasta da inicio con cuerpo.
De diferentes filas y continentes se escucha la voz de aquellos que se quieren llevar a aquél, muchos dan cuenta de lo preciado que es por el peso de sus ofertas. Algunos decían:
-Un dedo.
-Pétalos.
-Cinco versos.
-Veinte poemas de amor no musicalizados.
.Una rueda y el llanto.
Las ofertas crecían, cada vez mas contradictorias. Personas de diferentes filas continentales provocaban el asombro atesorado de los que regalaban pergaminos.
De la primera fila pude observar un “tipo” no más grande que cinco minutos, y ya una vez cumplida las 12:00 ofertó:-El tiempo del no tiempo.
Esta frase hizo que cada reloj de los que compartían contexto se detuviese tres milisegundos después de dicha esta oferta. Solo bastaba tal cantidad de años, para que 1 segundo tipo, sentado en la 2º fila del 3ª continente, que con él acarreaba 5 libros de 8 paginas cada uno . Todos con 13 capítulos de 21 versos, compuesto de 34 silabas. Entendibles en 55 países donde al menos 89 personas no pueden voltear su cabeza a la derecha, ni decir 144 palabras seguidas sin repetir ninguna,apareciera.
Aquel tipo me perturbaba, quizás era solo intuición por su nombre, pero estaba a 233 minutos de mí ,como para preguntarle si su nombre era Fibonacci.
Eran eso detalles mínimos los que me sorprendían, como su pelo amarillento en la raíz, en el medio y en las puntas. Todo esto daba a entender cual sería su oferta.
Aquella oferta que existiría en el intervalo de tiempo, que había dejado el primer tipo.
(Narrador disminuye la velocidad de los hechos)
Su boca comenzó a abrirse , producto de ello el aire a oscilar. Así una onda se propago hacia a mi oído medio, y con él escuche tamaña oferta para la palabra cuerpo.
Era una oferta caprichosa vestida de un sudor quebrantador. Tal oferta era:
(Narrador aumenta la amplitud del sonido)
“El detallismo absoluto”.
El auditorio estallo en hielo y razón al escuchar semejante propuesta. Cruces que pendían se miraron entre sí y demarcaron un circulo, siendo perfectas por primera vez.
El tono de la palabra hísole al narrador sangrar, escarlata que subió escaleras y como si fuera un vals, dicha escarlata llego al micrófono justo cuando el subastador grito alto.
Toda la audiencia se encontraba sin tiempo, sin matices, sin capacidad de mirar su reloj que vivía en sus bolsillos. Todo debido a que el tiempo del no tiempo no podía coexistir con el detallismo absoluto.
Al percatarse el narrador, perdón el subastador, de que la gente no podía vivir sin métrica, tomo a clepsidra y la voltio, prolongando por mil millones de gotas más, la vida del hombre.
La gente solo rumoreaba, ninguna oferta se escuchaba, así el subastador gritó:
-¿Alguien más tiene algo que ofrecer?.
De pronto una mujer, que “literalmente” nadaba entre el publico o el publico nadaba entre ella, grito:-El amor.
El publico estallo en risas, risas que se tornaron muertes, pues ellos se ahogaron entre sí. La mujer al ver esto intento ser tormenta, tormenta que al primer soplido se desintegro.
¿Y como has de definir semejante curvatura?,
¿Acaso ya encontraste círculos que giren y ojos que giman?.
Sin duda aquellos ropajes
de zapateros que arreglan latas de espantapájaros
no usaré.
Y si el loto abriera,
sentado llegaría a ser,
aquel árbol sabio
que por corteza dio sus pies,
para que no le cortasen la barba.
Somos como el poso del norte,
que por agua anhela el sur,
y por tierra estamos aquí.
Por ende, mis palabras
tratan de cambiar de dueño,
pues al igual que una hombre lee versos
este no los roba, sino los acoge.
A veces los disipa
o no los entiende,
pero siempre la primera vez
en silencio,
tal como debió ser la respuesta.
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