Abatido, con el vaso de raticida disuelto en agua en la mano, todavía no ha tomado una decisión definitiva. Mientras divaga por los resquicios de su mente es impulsado por una extraña fuerza, parándose de la silla intempestivamente y tirando el plato de comida de la mesa (La Pequeña Hormiga recorre el oscuro cuarto, junto a sus demás compañeras, en una fila castaña interminable, encuentra un grano de arroz, lo carga y lo lleva a su madriguera). Sin prestar atención al desastre que ocasionó camina de un lado a otro desesperadamente, no sabe que hacer; acabar con su vida pondría fin a sus problemas y a tanto sufrimiento inútil (las hormigas siguen en su laboriosa actividad de llevar los granos de arroz a su madriguera).

¡Basta! ¡Basta de salidas fáciles!, murmura para él mismo; mientras deja caer el vaso al piso anegando el camino de las hormigas (La Pequeña Hormiga y sus compañeras no se dejan vencer por el obstáculo que se les presenta y siguen con su labor franqueando la lagunilla formada por el contenido del vaso).

Tras un profundo suspiro y con la intención de seguir viviendo se retira de la habitación (La Pequeña Hormiga, junto a decenas de sus compañeras, es aplastada por unos enormes zapatos).