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II

¿Qué podría ser peor, ser Puta o ser lesbiana? Todo depende de la persona a quién se le haga esta pregunta. Si es a su Padre, de seguro dirá que ambas son igual de aberrantes. Si le preguntara a su Madre de seguro respondería que por lo menos de Puta no andaría padeciendo por plata, cómo ella que en treinta años no ha logrado ahorrar para hacer aquel viaje, que no es otra cosa que el sueño de toda su vida. A lo mejor tú sí te consigues a alguien que te lleve a conocer el norte del país; el desierto de Sonora. A lo mejor sí. Total, supongo que debe de dar lo mismo acostarse con uno que con otro, quizá lo único que cambie sea en la proporción de dinero que cargue en la cartera. Por mí, anda hija, ve y coje con quién quieras, pero acuérdate siempre de tu Madre, la vida ha sido muy injusta con ella. Eso te habría dicho esa señora de rostro sin esperanza, por la que no sientes mayor cariño.

En cambio si le preguntaras al chico tímido al que le llevas cinco años y que es tu hermano, sabes que por hacerte sentir bien, te diría que: eso que importa, si eres feliz da lo mismo. De seguro te haría reír, contándote cualquier bobería. Cómo siempre terminarías abrazándolo y poniéndole un poco de plata en la chaqueta. ¿No la malgastes en coca, entendido? Advertirías, pero sería en vano. Él al igual que tu, es un drogadicto sin remedio.


¿Qué es mejor, ser Puta o ser lesbiana? La respuesta ronda tu mente, pero no quieres pronunciarla; es lo segundo, por supuesto que es lo segundo. Ser Puta ayuda a costear ciertos lujos, qué si fueras obrera o empleada no podrías cubrir. Pero ser lesbiana te relaja, te hace de alguna manera feliz, te hace disfrutar, sobre todo cuando logras seducir a jovencitas ebrias o atrevidas que intentan experimentar nuevas aventuras. Te gusta mirarlas desnudas, acariciarles los pechos nacientes, los vellos pubicos que apenas y se asoman. Te gusta hurgar en su sexo, provocar en el la humedad. Te gusta verlas serenas, recostadas en tu hombro, mirándote, silenciosas y agradecidas. Sabes cómo tratarlas, te gusta tratarlas bien. De algunas conservas fotografías, casi todas son muy jóvenes, algunas involuntariamente son muy parecidas entre si.

El mejor día para darte a la tarea de ir en busca de una chica es el miércoles. A principios de semana no se aparece ninguna por los bares, todas andan preocupadas por las tareas escolares. El fin de semana tampoco es una buena opción, la mayoría van acompañadas de amigos, de enamorados o de primos. Así es casi imposible intentar seducir. Además, el miércoles no tienes clientes, es un día muy flojo, los señores de seguro la harán de buenos padres y de buenos esposos ese día.
Hoy estás más feliz que de costumbre, tanto que hasta te has excedido con el color de los labios. Grave error, faltas a la costumbre de ir sobria, esta vez no serás presa, hoy es día en que te corresponde ser cazador. Pronto lo corriges, dejas tus labios al natural, así está mucho mejor, además, no hacia falta, ambos tienen una excelente pigmentación. Tampoco pondrás perfume en tu cuerpo, sólo un poco de agua de colonia, para sentirte un tanto fresca. Pones en tu cabello una pañoleta. Te calzas con unas zapatillas de tacón bajo. Guardas en tu chaqueta de mezclilla color negro, dos cajetillas de cigarros camel, un encendedor y dos grapas de cocaína. Son las 18:50 de la tarde, gracias al incomprensible horario de invierno, el cielo ya está oscuro.

En el bar no hay más que dos solitarios hombres sentados en la barra, bebiendo sin prisa y entreteniéndose con la repetición de un partido de fútbol de la primera división de la liga española. Los meseros han salido a la calle a invitar a los paseantes a entrar. Alicia se sienta en una de las mesas que están junto a la pista donde un quinteto de músicos afinan sus instrumentos. Enciende un cigarrillo. El cuerpo le pide una pequeña ración de cocaína, pero sabe que debe de esperar un poco, apenas va llegando y las dos grapas hay que hacerlas rendir. Llama al mesero; un tipo cuarentón con toda la pinta de argentino, de piel blanca, ojos cafés y voz delgada cómo de niño. Le ordena que la traiga un havana tres años con Coca-Cola y Tehuacan. Éste le responde que por el momento no tienen 3 años. Sólo siete y silver. Está bien. Responde ella, no importa que cueste más caro. De una pequeña charolita de barro toma un trozo de limón, le agrega algo de sal y se lo lleva a la boca. Unos de los hombres que están en la barra la voltea a ver, le coquetea un poco. Alicia lo ignora. No es eso lo que anda buscando.

Ya entrada la medianoche Alicia está algo desesperada. Las pocas chicas que han acudido al lugar vienen bien flanqueadas por amigos. Cómo a eso de las diez, se le ocurrió que quizás al ir a otro lugar su suerte cambiaría. Pero prefirió no hacerlo. Total si no había nada, se iba a casa a dormir y punto.

Diez minutos más tarde entró una mujer muy joven, sola y de bastante buen humor. Su vestimenta delataba una economía bastante holgada. Se sentó en la barra. Alicia no pudo mirarle el rostro, pero la silueta se le hizo algo conocida. Mientras ponía a trabajar a la memoria, creyó que ahora sí era necesario un poco de polvo.

Caminó hacia el tocador de damas. Que está junto a la pequeña cocina. Entró al último de los privados. Buscó en su chaqueta de mezclilla una de las dos porciones de cocaína y el magazine del bolígrafo, infaltable para estos asuntos.
La mujer joven esperó que Alicia entrara al tocador de damas. Cuando está entró, dio un trago largo a su bebida y decidió ir detrás de ella.

Alicia no cerró la puerta del privado. Estaba guardando la grapa y el magazine cuando sintió la mirada de la mujer joven. ¿Se le ofrece algo? ¿Se siente usted bien? Preguntó la mujer joven un tanto apresurada. Alicia se llevó las manos a los hombros, sacudió de la chaqueta un polvo inexistente.

-No. gracias me siento bien –Respondió Alicia
Intentó dar unos pasos, pero la mujer joven se lo impidió.
-No se vaya. No me diga que ya no me recuerda. ¿Tan rápido me olvidó?
-No sé quién eres tu. –Contesto Alicia un tanto confundida.
-Desde hace una semana que no nos vemos y ya no se acuerda de mí.
Alicia se quedó pensando por un momento. El rostro y el timbre de la voz, le decían muchas cosas.
-Ah vaya. Eres la chica del vello pubico de color rojizo.
-Preferiría que me llamaras por mi nombre.
-Yo que más quisiera. Pero aquella vez, ni te lo pregunté, ni tú me lo dijiste.
-Bueno no importa mucho. Lo bueno es, que ya me reconociste. En cambio yo sí sé muchas cosas de ti.
-¿Muchas? ¿Cómo cuales?
-Hum. Que te llamas Alicia, que vienes aquí todos los miércoles, que eres Puta...
-Bueno, de algo hay que comer no crees.
-No te ofendas, no lo digo en mal plan. Sólo quise que te dieras cuenta de que en verdad sé algunas cosas sobre ti.
-¿Y a ti que te trae por aquí?. Estos no son buenos lugares para una chica bien cómo tú.
-¿Recuerdas que aquella vez, cuando no despedimos te pedí tu número telefónico y te dije que te llamaría? Pues preferí mejor venir a buscarte.
-Bueno. Aquí me tienes. ¿Para qué me buscas?
-¿Para qué me buscaste primero tú a mí?
-Realmente no te busqué. Coincidimos, que es distinto. Yo bebía y me acerqué al lugar donde tu estabas, te pregunté si venías acompañada, me respondiste que no, que venías sola.
-Y fue cuando tu me invitaste a estar en un lugar un poco más tranquilo.
-Ah. ¿Vienes a que te invite de nuevo?
Alicia pone fija la mirada en el rostro de la mujer joven. Ésta no se inquieta. Por el contrario. Sonríe.
-Si gustas ahora yo te invito a ti
-¿De qué manera? ¿Cómo compañera de parranda o cómo algo más?
-Eso lo decides tú.
-No acostumbro dormir dos veces con la misma persona.
-Nadie dice que vamos a dormir. Además, podrías hacer una excepción. ¿O no?

Sin esperar respuesta, la mujer joven toma de la mano a Alicia. La saca del tocador de damas, del bar y la lleva hacia el estacionamiento público que queda a unos cuantos pasos de allí. Al valet parking le entrega unas llaves que son las de su auto. Las dos esperan unos minutos. Ninguna habla. No se miran. La chica aun tiene tomada de la mano a Alicia, ésta no se resiste. La gente que transita a su alrededor camina apresurada. Está comenzando a lloviznar.

El valet estaciona el auto justo enfrente de ellas. Un Seat Ibiza, color amarillo. La mujer joven extiende algunas monedas al tipo que le devuelve el juego de llaves. Alicia entra al auto se sienta.

-¿Puedo encender la radio? –Pregunta Alicia-.
-Por supuesto. A partir de ahora puedes hacer lo que quieras. –Contesta la chica, mientras su mano derecha se desliza suavemente buscando la entrepierna y el sexo húmedo y tibio de Alicia.
-Tranquila niña. Ya tendremos tiempo para eso.

El Seat amarillo poco a poco se va abriendo paso en el congestionado transito de la avenida Insurgentes. Enfila hacia el sur. Los altavoces emiten los tonos de una voz que canta a ritmo de Jazz. La interprete es Ella Fitzgerald y la canción se llama: This Love of Mine. Alicia ha hallado por suerte en la sintonía, una vieja estación de Jazz.


Jano. 07/12/04


Si a alguien le ha gustado esta historia...por favor espere el capítulo tres.










Texto agregado el 07-12-2004, y leído por 134 visitantes. (1 voto)


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