La globalización, nos pongamos como nos pongamos, es ya un hecho. La economía no encuentra ningún freno ni los poderosos tienen ningunas ganas de frenar. Hoy como siempre, gobierna el dinero; la diferencia estriba en la cantidad de perdedores que van quedando en el camino y que nunca fueron tantos.

Lo que llaman Unión Europea, o cualquier otro foro de “grandes” no son más que inventos del mercado, la presunta y cacareada unión es solo económica. En nuestro caso, Europa; los países que la integran no llegarán a tener en común más que la moneda y no todos… nosotros si, pero porque no nos preguntaron si queríamos el euro.

Durante estos últimos días mi tierra, Málaga; ha sido la sede de un “foro antiglobalización”, un macroencuentro que ha contado con multitud de actividades, mesas redondas, debates, manifestaciones colectivas e incluso la actuación del genial Carlinhos Brown… Me causan una tristeza extraña esos chicos; el último foco de resistencia frente al mundo que nos imponen con la complicidad de nuestras miradas; me crean simpatías que nacen del más profundo de los escepticismos.

El caso es que ellos saben que este proceso es irreversible, que llevamos demasiado tiempo recorriendo este camino porque es el único que reconocemos y el que nos tienen marcado. Pero al menos hacen por elevar su voz y lo consiguen; se les escucha por encima de las legiones de policías, de las barricadas de escoltas y guardaespaldas, cuando no de los muros de hormigón que les separan de los globalizadores, esos que además en su descaro permanecen escudados también tras el parapeto de su pretendida legitimidad democrática.

La globalización no sabe nada del hambre endémica, del SIDA, ni de la pérdida de cualquier resto de dignidad humana. Tampoco tiene conocimiento de enfermedades extintas solo en occidente; ni de riadas ocasionadas por la deforestación; ni de terremotos con consecuencias previsibles y evitables; de sequías inducidas, de éxodos forzosos, de limpiezas étnicas… Mucho menos del lucrativo trabajo infantil o del tráfico de armas subvencionado con ayudas internacionales que no llegan a sus destinatarios. Para estas cosas ya están las ONGs. El sistema se las sacó de la manga hace tiempo para que el pueblo fuese el que se ocupase directamente de las miserias del resto del mundo.

Ellos, los que mandan, tienen demasiadas cosas en la cabeza como para entretenerse en esas chorradas; el tercer mundo no importa si no es para esquilmarlo.

Lo mejor es que se hagan programas benéficos en las televisiones, así de paso se sacarán beneficios de publicidad… y que sea el pueblo conmovido por estupendas y desgarradoras imágenes el que se rasque el bolsillo y sanee su conciencia. Ellos mientras garantizarán que las cosas vayan bien; que las bolsas occidentales alcancen nuevos máximos y el dinero fluya libremente de unas manos a otras, aunque solo sean unas pocas.