¿Dónde se esconden los niños perdidos?
Puedo descubrir muy de vez en vez
que en la mirada de un anciano
se acurruca alguno de ellos,
descubrí uno,
en la noche del ultimo otoño,
lo capture deleitándose
en una hoja que caía;
al darse cuenta que lo miraba
se escondió detrás de sus anteojos,
intelectualmente indiferentes
y cansados de fingir
una madurez de alas quebradas.
Una madrugada detecté a dos,
caminaban y corrían tomados de la mano,
eran un hombre y una mujer
de sus ojos escapaban luciérnagas,
bailaban en el césped mojado,
pero al verme acercar
escaparon en un abrazo adulto
y sin sentido.
¿Dónde se esconden
esos niños eternos?
¿Dónde depositan sus corazones
en esas largas tardes hacia ningún lugar?
En esas horas desesperadas
en que la noche cae sobre nuestras sienes
y todos los instantes
se multiplican y caen
por la boca de nuestro estomago
que vomita al niño eterno,
y miles de cuerpos expulsan
de su ser a los niños perdidos
entonces la noche salta
por una ventana abierta
y los niños se juntan
a jugar a la rayuela en una esquina
de un barrio que ya no existe.