Cálida y comprensiva, me abraza. Acogedora, me impregna de calor. Me susurra al oído bellas historias. Me hace soñar con lugares lejanos y hermosos. Lugares ya soñados. Sueños deseables y dulces. No quiero despertar. Y sigo soñando. Y me pierdo. Pierdo el sentido. La razón me abandona. Confuso, pierdo la noción del tiempo.
Cada mañana, al despertar entre sus brazos que me rodean suaves y tiernos, pero firmes como tenazas, le pido que me deje marchar. Que me deje ir a buscar esos sueños, esos lugares anhelados y distantes. Que me deje volar. Pero no puedo irme. Me hipnotiza con su dulzura y su belleza. Me embriaga con licores desconocidos. Y me hace vagar, semiinconsciente, por pasillos largos y oscuros. No puedo pensar. No puedo replicar. No puedo decidir. No puedo volar.
Entonces el sueño se vuelve pesadilla. Me absorbe. Absorbe mis fuerzas. Mi tiempo. Me roba la vida despacio, a trocitos, despiadada e incompasiva. En su desmesurado afán por poseerme me llama, me suplica:
_‘Quedate un poquito mas. Solo un poco mas.’
Y entonces me hace desearla. Sabe como acariciarme, lenta, dulce, como una melodía al compás de las olas. Y yo, débil, sin fuerzas, no se resistirme. No puedo decir ‘no’. Y abandono mi cuerpo a su antojo. Me enreda sobre la cama y nos fundimos en un solo ser. Luego me besa tiernamente y me desea felices sueños. Y yo me siento atrapado. Preso. Soy su juguete. Su muñeco. Y hace conmigo lo que quiere. Cree que puede reírse de mí…
Debo tomar una decisión. Pronto. Una decisión drástica. Quiero estar lejos de ella. De su lazo. Lejos de sus garras. Allí donde no escuche sus latidos. Donde no oiga su voz melosa y atractiva. Ni sus suplicas llorosas. Que no me llegue su fragancia transportada en el aire. No quiero ver como, silenciosa, llora mi ausencia.
Estoy decidido. Me desharé de ella. Pero tengo que ser rápido. Y debo hacerlo pronto. Sí, lo haré una noche cercana. Una noche sin luna. Negra. No escucharé sus lamentos. No la oiré gritar. No la sentiré. No sentiré…
Me iré tranquilo. Despacio. Sonriendo placidamente. Libre… y podré volar.
Ya encontraré otra. Una fea, tosca y fría. Una que no me pese abandonarla al levantarme con el sol. No creo que me resulte muy difícil conseguir una sabana vieja. Una sabana simple y vulgar…
02.1997 |