Carne podrida.
El olor a cabaret se acerca más y más,
los ojos endemoniados dél corta su cintura
como quien pretende cortar el mar con dientes de aceite

[ese juego con olor a puta:

Después no eres tú [no soy yo, ni dios] eres otra
pues la lluvia es ácida para tus venas abiertas.
Y el jeans rasgado
arde como la cara de sus dedos y los nudillos.

Huevos quemados por la seca caída
a la boca sin dientes ni mandíbulas.

Después, los treinta minutos comiendo tierra
en un lugar inhóspito
caminan lento por una espalda que quiere acabar
el momento, una vida entera

[pero nunca lo hace:

Los arbustos se humedecen, igual que él,
los golpes en la sien besaban la tierra.
El íncubo clava garras en ella,
justo en las curvas de la clavícula.

Quedó todo en silencio
cuando la piedra ensangrentada terminó de rodar

por su hermosa cabellera.